miércoles, 7 de mayo de 2008

Sobre el caso de Josef Fritzl

Lo que se está cocinando desde la semana pasada es la noticia de Josef Fritzl que, como todos saben, secuestró a su hija, cuando tenía 12 años de edad, y la mantuvo así 24 años. Durante todo este tiempo la violó y la reprimió en un sótano de una casa que el señor tenía. A su esposa le dijo que su hija se había ido de la casa y que dijo que no regresaría. Pero como todo se llega a saber, la verdad salió a flote, y se supo que tuvo alrededor de siete hijos con su hija. Esa noticia conmocionó al mundo.


Vean a este angelito. A poco no parece un alma de dios.

Guardando toda distancia y con mucha humildad, yo presenté un cuento en donde sucedía algo similar: Cuentas para la vida. Pero como Poe decía, y que se volvió un slogan muy trillado, la realidad siempre superará a la ficción.

Este señor es tachado de loco y de una persona hasta demoníaca. Esta noticia, que es en sí una historia, como todas las noticias, nos muestra lo complicado y hasta inverosímil que es la mente de un humano, porque aunque el señor mencione y se llegue a defender con la premisa de que es mejor consumir lo que produce, no llegará a ser permitido su conjetura.

Pero si creemos que estas cosas son novedosas y son producto de la muestra clara que nuestro mundo está por acabarse, déjenme les digo que están equivocados. En los tiempos inmemoriales (inmemoriales porque muy pocos llegaron a archivar los sucesos) cuando no existía el cuarto poder, las cosas pintaban muy similares, a lo que sucedió en Austria. De hecho, se casaban entre familiares, y muchos matrimonios eran tachados de malditos, ya que sus descendencias presentaban anormalidades que les parecían castigo de Dios. Hoy, con la ciencia, esas maldiciones hoy tienen nombres, como Hemofilia.

Esto es natural, es natural que el hombre tenga retorcidas e inimaginables desembocaduras. Es, hasta cierto punto, comprensible, que el señor Fritzl sucumba ante el erotismo y la sensualidad de su hija. Es, hasta cierto punto, comprensible, que el señor Fritzl cayera en la tentación de creer que la normalidad es lo que su mente le pueda jugar. En esta sociedad que da, y al mismo tiempo reprime, es normal que ciertas personas quieran salir de lo subyugo.

Es por eso que la premisa de que “Dios aprieta pero no ahorca” Dios es el nombre que adopta la sociedad, o el grupo de personas. La sociedad aprieta, pero no hay mano que pueda decir hasta cuanto es suficiente. La televisión nos bombardea con imágenes que sobrepasan el límite, de lo “sugerente” y nos abofetean para que no nos sobrepasemos. Parecemos simios de prueba, en donde se les deja sin comer por determinado tiempo y nos ponen la comida detrás de la reja.

No significa que el señor sea victima de la sociedad, lo es y no. El señor Fritzl está regido por un patrón denominado moralidad y además es sodomizado por los mismos que le inculcaron la moralidad. Es, de hecho, un truco vil y demoníaco, como el acto monstruoso que cometió. Las noticias corrieron y se agolparon como nunca y como siempre que hay un escándalo. Los fotógrafos y reporteros se las ingeniaban para poder tener una imagen del diablo que camina en la tierra. Incluso querían tomar parte en la historia, al meterse disfrazados de policía en el hospital en donde estaba el ángel, que es la su víctima. Y todo porque la sociedad quiere saber lo que pasó, y lo que no pasó en esta historia. Y la prensa está ahí para poder saciar a la bestia que quiere saber de su nuevo monstruo. Quiere regodearse con su sangre y morder mientras se ríe. Es en sí, el consumo de su propia producción

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