En esta sociedad, y en cualquier otra, es muy común que se den los grupos, que comparten gustos y afinidades. Uno de esas agrupaciones fue la de los que acudían en las maquinitas. Que acapararon todo los noventas. Era muy normal que los niños y jóvenes cayeran en las garras divertidísimas de las denominadas maquinitas. Yo era una de esos niños, pubertos y actualmente joven, que goza de las maravillas de lo virtual.
La comunidad se sustentaba en los encuentros de los niños y jóvenes que se reunían en las tiendas, mercerías, centros de videojuegos o en cualquier establecimiento que contara con una maquinita que atrajera a los jóvenes. Todos se reunían y aglutinaban a dicha maquina, y tenía que esperar a que uno de los jugadores perdiera su turno, para poder tener la posibilidad de jugar. Esa época empezó a convertir a los niños en administradores, pues la necesidad monetaria era lo más importante, y más que la consecución del dinero, era la planeación de cómo gastarlo, para que diera para las máquinas. Y no es que se distribuyera por las necesidades primarias, sino todo giraba en lo que íbamos a jugar, y el resto buscábamos la manera en comprar menos para que saliera un extra para el juego. En sí, era un vicio demasiado curioso.
Recuerdo que a principios de los noventas, el boom eran los videojuegos estilo RPG. Es decir, de aventuras. Juegos como Double Dragon,Final fight, SuntsRiders, Teen Mutant Turtles Ninja, Snow BROS, Tumble Pop, Vendetta, etc. Juegos que algunos eran para dos personas y otros de hasta cuatro. En este tipo de videojuegos, no se congestionaba tanto, pues la posibilidad de jugar cuatro al mismo tiempo daba la facilidad de una espera momentánea. El chiste era de avanzar y matar, o golpear malhechores. Cada uno tenía un jugador con quien se compenetraba y resaltaba sus características tanto físicas como habilidades en la batalla: “No, pues yo prefiero a Leonardo, porque tiene un par de espadas y en la caricatura es el líder; y además prefiero a Da Vinci que a Miguel Ángel”(esa discusión fue real, entre mi primo y yo), “Prefiero al vaquero azul, que al Mexicano, porque el mexicano todos lo agarran y además tiene expansivas y es para principiantes”. Las discusiones sobre la predilección de uno a otro personaje eran los debates de cada día. Este tipo de juegos, no fomentaban la competencia. Uno tenía que valorar la vida de los personajes, para no desperdiciar su ficha y darse a conocer como un jugador respetable ante los otros jugadores en espera. La dificultad de los juegos se compensaba con la necesidad de acabarlo con el mínimo de fichas. Ese era como el diploma de cada videojugador.
Pero pronto cambió la estela de juegos. Recuerdo uno (lamentablemente la memoria no me da para el nombre) en donde podías seleccionar a un guerrero con melena rubia o un guerrero con el pelo de mohicano. El chiste de este juego era enfrentarse a criaturas en un coliseo de estilo romano. El primer oponente era la Medusa. Recuerdo que otro era un gigantesco dragón, una gárgola, un sapo acorazado y un mago (que estaba bien cabrón). Este juego me impactó porque era el primer juego que el centro era pelear contra animales mitológicos (tema que me apasionaría años más tarde), y que cada oponente al que te enfrentabas tenía una forma para matarlo: recuerdo que el dragón era el cuarto oponente, y que nadie podía matarlo, ya que no te podías acercar, pues este aleteaba y te empujaba por el aire. Entonces no te podías acercar, ya que cada vez que querías ejecutaba el mismo truco, y cuando te tenía a distancia, te lanzaba unas llamas que te bajaban el vital de manera ridícula. Por más de una semana, nadie podía matarlo. Todos nos mirábamos y nos comentábamos cómo matar al hijo de perra dragón, hasta que un niño llegó corriendo mientras discutíamos y nos dijo “ya vi que mataran al dragón” Todos nos quedamos asombrados, y después de un minuto de silencio ante la bomba de noticia inquirimos al de la noticia. Así como seguro inquirieron al enviado de Leonidas. “Neta, préstame y ahora se los muestro” le quitamos el juego a uno de ahí y se lo dimos al Mesías. Antes de iniciar, escogió el hacha pequeña, que nadie utilizaba por ser muy corta, pero que sabíamos que era el arma que bajaba más. Al inicio del juego, apenas terminó el “GO!” se acercó al dragón brincando, brincando y brincando, pero con todo el control en dirección Noreste, pudo acercarse y seguía brincando, y cuando estaba por su cabeza, le caía con el hacha en la cabeza, fueron como cuatro golpes que hizo que la cabeza del dragón cayera, y el peleador hiciera una señal de victoria. Nuestros rostros eran de estupefacción, pues aquel dragón que nos parecía el más difícil, era el enemigo que duraba menos tiempo (tres segundos). Bueno, pero sigamos, este juego era uno de esos juegos que empezaba el fenómeno que se avecinaba, que eran los juegos peleas. En este juego, en el que sí podías luchar con otra persona, no podías escoger más que a los dos personajes, el peleador güero y el punk. Los monstruos estaban vedados. Sin embargo, vino un juego que rompería con todas esas limitantes: Street Fighter II.
Las maquinitas se convertirían en puntos de ego. Al fin, los gastos de cientos de pesos tenían un significado: el restregarle en la cara que era el mejor. La competencia se vería en una paradoja para los niños y jóvenes, pues la competencia anterior la ponía la máquina al presentar la historia, y la posibilidad de poder terminar la historia con un compañero. Pero ahora, el enemigo lo podías ver, tocar y hasta madrear. Esto trajo consigo, una revolución, y no exagero con la palabra, una revolución, pues hasta los grupos, se agrupaban y sacaban una banda para enfrentarse con otra banda, me tocó ver y ser parte de la banda de los Ryus, que se enfrentaban a los Kens.
Recuerdo que la noticia del nuevo gran videojuego, llegó a mí, cuando estaba formado en la primaria, mientras esperábamos a que nos pasaran a nuestros salones. Fue un lunes. Escuchaba que amigos detrás de mi comentaban lo “chingón” de algo que no podía entender. Llegó un momento que la duda me rebasó, me volteé y les pregunté “Es sobre el nuevo videojuego que está en Violeta(que era una mercería que estaba en Santa anna), uno en donde peleas. Se llama Street fighter” yo no conocía nada sobre ese juego, y todo el día se la pasaron diciéndome las virtudes de ese juego y no podía esperar a salir de clases para ir a jugar. Por fin terminó, y al salir me di cuenta de que había casa llena. No podía ver la pantalla por los chismosos que veían la pelea de dos suertudos que llegaron primero. Por fin pude ver la pantalla, vi que uno de ellos era güero y con una vestimenta roja, el otro era un monstruo verde con pelo color óxido. Era algo que nunca antes había visto, dos personajes peleando entre sí, y la velocidad en que caminaban era algo que me dejó perplejo. Pronto gano el animal verde que tenía de nombre Blanka. Y el que era rojo, tuvo que ceder el lugar al otro que había hecho cola y que había echado su crédito. Pude ver que los créditos en la máquina eran de 13, u número que nunca antes había visto, así que eché mi moneda y yo fui el 14. Uno chavo, del que no conocía su nombre, pero que si conocía en ese lugar me dijo “vas después de mí”. Vi que la pantalla presentaba a ocho posible personajes, eso era una novedad ¡¡ocho personajes diferentes! Me parecía un número titánico. Y mientras esperé hora y media para mi turno, pude notar que todos tenían simpatía por Ken, sin embargo, arriba del personaje güero, había uno que presentaba una sobriedad, aún con su cinta roja en la frente. Lo agarré. Fue el primer personaje que elegí y fue el que se convirtió en mi personaje preferido. Yo no supe que hacer. Era la primera vez, y no en balde, Blanka me blanqueo. Hay que resaltar que nadie sabía sacar los poderes, que la maquina sacaba. Veíamos que el cpu, sacaba como unas bombas con Ken y Ryu, y fuego de la boca Dhalsim. Todo eso era algo que nos asombraba pero que nos desesperaba no saber cómo ejecutarlos. Hasta que llegaron las revistas de videojuegos y ahí se acabó la oscuridad.
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