miércoles, 27 de agosto de 2008

El lado oscuro y siniestro de Beijing



El domingo dijimos adiós a las olimpiadas, y con ellas se vuelven a ir las razones que teníamos para desvelarnos, como si se tratara de un acto que nos hace recordar las locuras que hacíamos en nuestra juventud, en donde cualquier hora estaba a dispensas de nuestra voluntad.
Pero rascando sobre los motivos que nos orillan a extrañar dicho evento majestuoso, se encuentran algunas curiosidades.
Nosotros encendíamos la televisión porque teníamos un motivo específico para hacerlo: ver los juegos olímpicos. Sin embargo, así como hay un Dios detrás de Dios, detrás de ese gusto y objetivo primordial, aguardan otros gustos que son más turbios.

Es un hecho que cada cuatro años se disipan todas las ganas que tenemos de justas deportivas que nos hagan sentir y revivir el hermoso sentimiento de lo épico. Pero es verdad también, que cada cuatro años, los pedófilos pueden ver niñas sin ningún impedimento judicial ni social.



De hecho, muchos encuentran en los juegos olímpicos, un escaparate para poder liberar sus más bajos fetiches.Hasta los homosexuales tienen su hueso.


Sin embargo, lo que nutre el morbo de unos juegos olímpicos, son los fracasos ajenos, y en nuestro caso en particular, los propios. El llanto nacional es un motivo de burla, y de sinceridad. De burla porque podemos desplayar todos nuestros puntos de vista sobre la forma en que se ejecutan los deportes en nuestro país. Y de sinceridad, para aceptar que somos un país de fracasos continuos. Pero es en ese canal, en donde la esperanza se convierte en un motivo más, para seguir las transmisiones, ya que algo inesperado, una medalla de la delegación de nuestro país se puede convertir en una razón de festejo. El mexicano no pierde: si hay fracaso hay afirmación, si hay éxito, hay festejo.
Pero lejos de un apoyo incondicional que pueda representar un festejo de vistoria, es más una reacción a los fracasos de uno. Y lo celebran ,no importando si su trabajo depende de ello. Muchos dejaron sus trabajos, sólo para festejar la medalla de un tal Guillermo. Pero la revelación, es como Paz dijo, el mexicano festeja aunque su vida depende de ello. Yo diría que festeja aunque le esté llevando "la chingada", pues es su forma de sacudirse un poco, como lo perros cuando se secan.


Otra caracterísitca de los juegos olímpicos, es la narración de los que se encargan de pintarnos con su voz, lo que está ocurriendo. Como si no fuera lo suficientemente creíble lo que estamos viendo en nuestros monitores. En estos tiempos, desde que la televisión se encargó de llevar los deportes en vivo, la narración se ha convertido en un elemento indispensable. Y aún lo sigue siendo. La narración es como la base que sustenta el sabor de lo que estamos viendo.
Pero para que sea una narración excelsa, el comentarista debe tener una voz adecuada, un control determinado en la respiración, y sobre todo, un conocimiento vasto en lo que está narrando. Sin embargo, hoy en día cualquiera puede ser comentarista, pues parece que nuestras grandes televisoras (las mexicanas), sólo se basan en la pregunta de los pasatiempos del curriculum. Es notable la falta de conocimientos de los que nos narran los eventos, pues sólo se enfocan en hacerlo ameno.
Pero no somos los peores, pues en otros paises (latinos, por supuesto) cometen delitos graves de datos. Como ocurrió con la televisión venezolana, que confundió a Phelps y el año, y lo puso en la época en donde Hitler y su Alemania nazi eran sedes de los juegos olímpicos, pero con la diferencia de que dijo que era en 1972, mostrando un claro y garrafal desconocimiento, no sólo del deporte, sino de historia general.

http://www.youtube.com/watch?v=jZEItFOKlHc
Se van los olímpicos y nos queda la resignación del futuro. Por lo menos, los que quisieran festejar más de lo debido. Pero el tiempo es generoso, y nos acerca el mundial de fútbol para que los mexicanos soñemos de nuevo, y los concretemos con un cartón bien frío de leal cerveza.

No hay comentarios: