El jueves 7 de agosto, acudí al centro de convenciones Campeche siglo XXI, y todo para ver y escuchar el informe de Carlos Hurtado Valdéz, para cubrir el evento para el periódico virtual en el que trabajo. Desde las 6 de la mañana estaba despierto.
La hora de inicio de la presentación del gobernador era a las 11 am. Incluso, la tarjeta de invitación pedía que llegáramos media hora antes. La invitación me hacía recordar aquellas de quince años o de boda, en donde unas palomas o angelitos engalanan dicho pedazo de papel.
Estabamos puestos en la entrada de dicho recinto, yo y unas amigas del trabajo. Parecíamos unos jóvenes de esos prendidos que sólo escuchan fiesta, y jala. En las afueras había unos toldos en donde el resto de gente de los diferentes municipios de Campeche, se salvaba del sol, pero no así del catastrófico calor. Gracias a eso, como si fueran hormigas sobre los cubitos de azúcar que se acaban de caer de la mesa, los raspaderos(no sé si esté correctamente escrito, pero sí me doy a entender), refresqueros, venteros y demás prestadores de servicios, se dejaron caer a los sedeientos, cuales soldados heridos. Nosotros estabamos ya adentro del recinto, con el aire acondicionado en nuestras espaldas, como los consentidos de Dios, viendo a los demás, derretirse en el infierno.
Creo que había tortas de cochinita y de chicharrón en los puestecitos.
Nuestro bello malecón, infestada por detestables pueblerinos.
Pronto, nos dimos cuenta de que sólo había un boleto para los asientos, y como eran dos mujeres, tuve que desertar a la oportunidad de pelear por el lugar. Decidí irme lo más cerca posible del entarimado, para ver mejor al señor gobernador. La verdad es que me acerqué más, porque ahí estarían las celebridades más importantes de la política campechana.
Estaba en la caza de moscas, cuando de repente, a unos 30 centímetros de mí, pasó Beatriz Paredes, comprendrerán mi espanto y mi convulsión que deformaba mi cara, tanto así, que creo que la representante del PRI, creyó que yo era una persona con síndrome de Down, que hasta me saludó. Intenté tomarle una foto con mi celular, pero no pude enfocar la cara de aquella ilustre mujer, que se jacta de haber leído “Cien años de soledad” más de 15 veces (¿será que no sepa que existen más libros? O de plano la educación de nuestro país está por los suelos, que en la bibliotéca de su secundaria, preparatoria y universidad, sólo contaba con aquel libro). El amigo que tomaría las fotos para el periódico virtual, se había esfumado.
Vean la hermosa trenza de la paquita del PRI. ¡Ni una patinada de mosca!
Pero no había terminado de reponerme del susto de aquella Frida versión embarazada, cuando María Blum pasó frente a mí, a la misma distancia. Fue como si exahusto de haberme librado de Jasón, apareciera frente, Freddy Kruger. “Madre de Dios” fue la expresión que utilize, al ver semejante rostro descompuesto; y María Blum, creyéndose alabada con la estafeta de la progenitora del todo poderoso, me brindó, como señal de afecto, una sonrisa macabra. Me estremecí completo, y más, al saber que pronto oscurecería. Sólo faltaría que Layda Sansores se presentara con minifalda para que estuviera completa la cuota de villanas de Disney: Beatriz Paredes como Úrsula de la Sirenita, María Blum como la reina transformada en bruja de Blanca Nieves, y Layda Sansores como Cruella deVil de los 101 Dálmatas.
Pero la multitud de los reporteros Campechanos, se avalanzaron cuando entró Alito. Cuya imagen de metrosexual se vio recompenzada por los miles de reflectores que dejaban ver su cara, eyaculando sudor por la nariz. Esa imagen me dio más asco que la bola de cerilla de uno de los reporteros que se encontraba a cinco metros de mí. Poco a poco, el centro de convenciones se fue llenando, y tuve que recalar para que no me quitaran de mi lugar, pues era un sitio de privilegio, ya que cada que se abría la puerta que estaba a mi espalda, dejaba pasar una bocanada importante de aire frío. Por esa razón, me sentía como carroña ante un número nutrido de buitres aseñorados.
A lo lejos, otro grupo numeroso de reporteros me daba la señal de que una personalidad estaba entre ellos. A que no saben de quién se trataba. En ese momento, la ausencia de“Banda Blanca” brilló, ya que un “¿saben quién llegó?” era ideal, y sí, se trataba de Juan Camilo Mouriño, que barría con las exclamaciones de todas las reporteras gatas que ahí lo acosaban. Como todo un don Juan, se dejó querer. Pues las ganancias de los Ges le daba derecho a más de tres mujeres por entrevista.
La gente se arremolinó, y pidieron que se fotografiara con Beatriz Paredes, pero como Mouriño es todo un caballero, declinó dicha propuesta, pues tenía que aguradar a su prometido, Jorge Carlos Hurtado Valdez, pues había jurado tomarse una foto con el gobernador de su campeche querido.
Continuará…
La hora de inicio de la presentación del gobernador era a las 11 am. Incluso, la tarjeta de invitación pedía que llegáramos media hora antes. La invitación me hacía recordar aquellas de quince años o de boda, en donde unas palomas o angelitos engalanan dicho pedazo de papel.
Estabamos puestos en la entrada de dicho recinto, yo y unas amigas del trabajo. Parecíamos unos jóvenes de esos prendidos que sólo escuchan fiesta, y jala. En las afueras había unos toldos en donde el resto de gente de los diferentes municipios de Campeche, se salvaba del sol, pero no así del catastrófico calor. Gracias a eso, como si fueran hormigas sobre los cubitos de azúcar que se acaban de caer de la mesa, los raspaderos(no sé si esté correctamente escrito, pero sí me doy a entender), refresqueros, venteros y demás prestadores de servicios, se dejaron caer a los sedeientos, cuales soldados heridos. Nosotros estabamos ya adentro del recinto, con el aire acondicionado en nuestras espaldas, como los consentidos de Dios, viendo a los demás, derretirse en el infierno.
Creo que había tortas de cochinita y de chicharrón en los puestecitos.
Nuestro bello malecón, infestada por detestables pueblerinos.
Pronto, nos dimos cuenta de que sólo había un boleto para los asientos, y como eran dos mujeres, tuve que desertar a la oportunidad de pelear por el lugar. Decidí irme lo más cerca posible del entarimado, para ver mejor al señor gobernador. La verdad es que me acerqué más, porque ahí estarían las celebridades más importantes de la política campechana.
Estaba en la caza de moscas, cuando de repente, a unos 30 centímetros de mí, pasó Beatriz Paredes, comprendrerán mi espanto y mi convulsión que deformaba mi cara, tanto así, que creo que la representante del PRI, creyó que yo era una persona con síndrome de Down, que hasta me saludó. Intenté tomarle una foto con mi celular, pero no pude enfocar la cara de aquella ilustre mujer, que se jacta de haber leído “Cien años de soledad” más de 15 veces (¿será que no sepa que existen más libros? O de plano la educación de nuestro país está por los suelos, que en la bibliotéca de su secundaria, preparatoria y universidad, sólo contaba con aquel libro). El amigo que tomaría las fotos para el periódico virtual, se había esfumado.
Vean la hermosa trenza de la paquita del PRI. ¡Ni una patinada de mosca!
Pero no había terminado de reponerme del susto de aquella Frida versión embarazada, cuando María Blum pasó frente a mí, a la misma distancia. Fue como si exahusto de haberme librado de Jasón, apareciera frente, Freddy Kruger. “Madre de Dios” fue la expresión que utilize, al ver semejante rostro descompuesto; y María Blum, creyéndose alabada con la estafeta de la progenitora del todo poderoso, me brindó, como señal de afecto, una sonrisa macabra. Me estremecí completo, y más, al saber que pronto oscurecería. Sólo faltaría que Layda Sansores se presentara con minifalda para que estuviera completa la cuota de villanas de Disney: Beatriz Paredes como Úrsula de la Sirenita, María Blum como la reina transformada en bruja de Blanca Nieves, y Layda Sansores como Cruella deVil de los 101 Dálmatas.
Pero la multitud de los reporteros Campechanos, se avalanzaron cuando entró Alito. Cuya imagen de metrosexual se vio recompenzada por los miles de reflectores que dejaban ver su cara, eyaculando sudor por la nariz. Esa imagen me dio más asco que la bola de cerilla de uno de los reporteros que se encontraba a cinco metros de mí. Poco a poco, el centro de convenciones se fue llenando, y tuve que recalar para que no me quitaran de mi lugar, pues era un sitio de privilegio, ya que cada que se abría la puerta que estaba a mi espalda, dejaba pasar una bocanada importante de aire frío. Por esa razón, me sentía como carroña ante un número nutrido de buitres aseñorados.
A lo lejos, otro grupo numeroso de reporteros me daba la señal de que una personalidad estaba entre ellos. A que no saben de quién se trataba. En ese momento, la ausencia de“Banda Blanca” brilló, ya que un “¿saben quién llegó?” era ideal, y sí, se trataba de Juan Camilo Mouriño, que barría con las exclamaciones de todas las reporteras gatas que ahí lo acosaban. Como todo un don Juan, se dejó querer. Pues las ganancias de los Ges le daba derecho a más de tres mujeres por entrevista.
La gente se arremolinó, y pidieron que se fotografiara con Beatriz Paredes, pero como Mouriño es todo un caballero, declinó dicha propuesta, pues tenía que aguradar a su prometido, Jorge Carlos Hurtado Valdez, pues había jurado tomarse una foto con el gobernador de su campeche querido.
Continuará…
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