Son pocos los deportes que pueden contener tanta emotividad. Pero ninguno es tan épico como el fútbol americano. Ayer fue el Superbowl, y el enfrentamiento se llevó acabo entre los Patriotas de Nueva Inglaterra y los Gigantes de Nueva York. Y el partido tenía un dato especial, el record de Miami. Si los Pat`s ganaban, rompían el record de invicto de los delfines de Miami. Sin embargo, eso no se dio.
Mencionaba el carácter épico que contiene el fútbol americano. Y es que en un partido se puede notar que la fuerza y la entereza son comparsas de la voluntad, la habilidad y la valentía de los jugadores. Un factor importante que mueve el juego es la estrategia, que en un pestañeo podemos notar toda una guerra en el terreno de juego. El Superbowl es un acontecimiento que revuelve las masas. Millones de espectadores podemos notar un enfrentamiento brutal entre dos equipos, que son fácilmente comparados, con dos luchadores inmemoriales en el coliseo romano.
El superbowl contiene a los dos mejores equipos de fútbol americano, de eso pueden estar seguros. No como en el soccer, en donde cualquiera puede llegar a instancias finales, y más en la liga mexicana. Y es que como
Ayer, comentaba, se enfrentaron en la final, a los campeones de cada conferencia. El favorito era Nueva Inglaterra, pero como le comenté a Fernando Manzanilla en una fiesta, los gigantes tenían una pequeña posibilidad, y que no había que dar por vencedores a los Pat´s. Esa posibilidad se dio.
Y es que el partido fue magnífico. En el último cuarto se dio el clímax , y fue hasta el último minuto, como toda odisea militar. Brady se erigía como el héroe de siempre, como el héroe de guerras anteriores. Y como todo general en jefe, veterano en las labores de la milicia, necesitaba a un joven con hambre de triunfo. Ese era Welter, que después de pasar por Miami, Nueva Inglaterra fue el encuentro con su momentum.
La paciencia y la eficacia, era lo que Brady llevaba a cabo. Sabía que no tenía que alocarse. Esa era la experiencia que le hablaba. Así fue como llegó a ser campeón tres veces. Empezó con pases cortos, pues sabía que la defensiva de los gigantes estaba agotada, y que ellos, en corto, no tenían posibilidad con la velocidad y la precisión. Así se veía. Los defensivos no llegaban a tiempo. Los músculos, cansados ya, no respondían como en los primeros minutos. Welter destrozaba a los linieros defensivos, y los fullbacks no tenían energías para intentar capturas de QB. Brady funcionaba a la perfección. Era el Brady campeón de otras noches. Su inteligencia se volvía pragmática ante las dificultades.
La anotación que le daba la vuelta al marcador se dio con un pase magnífico de Tom Brady, y las manos seguras del viejo Randy Moss. El marcador de Moss se vio sorprendido y resbaló ante el dribbling del veterano. Touchdown faltando 6 minutos. El festejo de Moss indicaba “abrir el mar” refiriéndose a la gente que los apoyaban y a los contrarios. Fue en ese momento en que se demostró la valía de Brady. Como todo un general, con acciones daba ánimos a sus compañeros. El equipo se vio completo, motivado, a cien. La patada de despeje llegó hasta la yarda nueve. El corredor recogió el ovoide y se dispuso a driblar. Pero los Patriotas eran unos colosos. Una flecha partió a la mitad al corredor en la yarda quince. Eran imparables, y a sólo cinco minutos de finalizar el partido.
Primera y diez, segunda y diez. Todo parecía terminar con la victoria del perfecto Brady. Y fue por un segundo. Fue uno de esos momentos en donde todo sale bien, en donde te despegas un ápice de lo posible para entrar al rubro de los milagros. Manning, viéndose rodeado por cinco enemigos, jaloneado por dos de ellos, encerrado entre sus muros defensivos, brilló como lo hace el nacimiento del nuevo héroe. Se puede ver hasta el cansancio esa imagen, y no podríamos decir cómo diablos salió. Pero el milagro no estaba finiquitado. Se necesitaba acabar la jugada. Después de salir de esa cueva, lanzó un bombazo de casi treinta yardas. Pero la otra mitad del milagro se dio con la atrapada de Tyre. El balón llegó mágicamente a las manos del receptor. Y como todo un Odiseo, hizo gala de su ingenio al presionar el ovoide con su casco, para que resistiera el manoteo del defensor. Hermosa estampa la de Manning y Tyre, muestra clara de lo épico del americano. La jugada llenó de bríos al equipo de los gigantes. Y como sucedió con los Troyanos, ante los bríos de Diomedes, los Patriotas se vieron en un bache. Sintieron que los dioses los abandonaban.
Pronto, los Gigantes llegaron a Primera y gol. Todo estaba puesto para que el nuevo héroe y mariscal llevara a su ejército a la nueva gloria. La jugada fue en formación escopeta. El ala izquierda fue el elegido. Pláxico Burres, un ex acerero de Pittsburg, fue el encargado de sepultar las esperanzas de los azules. La anotación fue un tatuaje indeleble en la frente de los patriotas.
Brady tomaría de nueva cuenta los controles, y después de ver un milagro, no era absurdo pensar que podría venir otro. Brady, el eterno héroe se veía acorralado. Tenía que demostrar su historia en menos de un minuto. Sus ojos grandes parecían salir de sus órbitas, y la presión de miles de neoyorkinos eran los culpables de devolverle a Brady el nerviosismo de debutante. El reloj se volvió en una lápida que no pudo controlar. Y con la cuarta oportunidad no pudo regresar el balón a anotación, como antes lo había hecho.
Los gigantes habían derrotado a los colosos. Celebraron faltando un segundo, como si no quisieran terminar el partido. La celebración fue enorme, y culminó con la premiación del nuevo héroe.
Pocas veces se puede ver la esencia de la guerra, y pocas veces se puede festejar la grandeza del hombre. Y sólo se puede ver en un partido de casi tres horas. Ayer ganaron los gigantes, pero hoy celebró un simple hombre.
2 comentarios:
David Faitelson estaría orgulloso de ti. Mándale tu escrito. Te apuesto a que te responde.
jaja. ¿tu crees? Seré el sucesor
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