¡Es una broma! yo estoy muy bien. No me sucedió nada, ni siquiera fui a Mérida. Bueno, tal vez sí hay algo mal: no tener a la mujer por Internet. Pero lo demás es invento de mi increíble imaginación. Sólo es cierto lo de la familia que murió por un camión del ADO. Pero eso no importa. Lo mejor es que estoy bien.
Falté por tanto tiempo porque me fui a trabajar a Champotón, como todos los fines de semana; sólo que esta vez me fui el miércoles, por lo del 14 de febrero. El trabajo fue abrumador. Todo el día estuve haciendo pasteles para los enamorados empedernidos que compraban un pastel para demostrarle a su amado(a) cuanto lo aman.
Quise tomar más fotos para el blog, pero esta es la única que pude tomar, gracias a la desesperación de los enamorados.
Este es el primer paste que hice. Lo llamo "pastel interracial" porque es de un pan de vainilla y otro de chocolate. por cierto, el relleno es una primicia nuestra, crema de chocolate de carlos V. Una sabrosura.
Empecé a laborar desde las 7am y terminamos a las 10pm. Sin pausa alguna. Y es que estos días, como el 10 de mayo, 24 y 31 de diciembre, son maratónicas. No hay respiro. Por eso es que tuve que estar ausente toda la semana. Llegué hoy a en la mañana a mi casa, dormí un poco y después entré a
Pero antes, déjenme platicarles lo que descubrí este 14 de febrero. Mi descubrimiento, a parte de que me tira el calzón la que atiende la pastelería, es que toda la gente está molesta los días festivos. Así es, la que atiende la pastelería me tira el calzón. Pero creo que no debí decir eso. Aunque dudo que lea mi blog. Y la verdad es que está muy bien. Hasta que me dijo que cumplió 17 años. Y aunque se ve de 20 años, tengo mis principios. No andaré con una menor de edad.
Pero bueno, decía que me di cuenta de que toda la gente esta molesta en lo días festivos. Esta observación la tuve, gracias a lo siguiente. Conté el número de personas que se molestaban al pedir un pastel. Habiendo disponibles en la nevera, ellos preguntaban en cuanto tiempo le harían un pastel. Aunque hubiera un pastel, del tamaño y del sabor que pedían en la nevera. Nosotros le decíamos que en 15 minutos tardabamos en preparárselo. Y la respuesta venía con un ademán de molestia evidente, con un manotazo en el aire “puta, ¿tanto tiempo lleva?” Juro que me contenía de mentarles la madre, sólo porque la que atendía me hacía ojitos. Y es que tiene lo suyo. Tiene un cuerpo muy estético. No sé como me contuve cuando al pedirle leche para el pastel, me dijo “Yo te doy lo que tu quieras” Seguro puse una cara de estúpido. Todo un señor con cara de estúpido.
Pero bueno, en qué pastelería le harían un pastel en 15 minutos. Ni los pasteles sintéticos y malísimos de Sams o de Chedraui. Es evidente que en los días festivos, todos intentan pasarla bien. Se levantan diciendo que es un día en los que deben mostrar su mejor cara. Dirán: “Coño, es navidad y tenemos que pasarla bien”, “Cómo voy a mostrar cara dura en un 14 de febrero, es mejor que mis amigos me vean contento, además es un día al año, hay que pasarla bien”, y todo eso es gracias a la fuerza de los medios de comunicación que nos tratan de moldear, que los días festivos debemos poner buena cara. Y el resultado es que las personas se vuelven serviciales para sus allegados. E incluso para los extraños, ya que les desean buenos días a completos desconocidos en la calle. Todos están bien, son serviciales para todos, excepto para los comerciantes. Ya que en ellos descargan toda su furia por esos días. Y es que reprimen su verdadero odio por esas fechas, ya que tienen que comprar y hacer cosas que no hacen en el resto del año, y todo porque la televisión y demás medios lo obligan psicológicamente. Todo ese odio reprimido sale ante los comerciantes. Pregúntenle a los floristas, que de seguro les dirá que la pasaron bien, monetariamente hablando, pero de la mierda, por los insultos y regañizas sin razón de los clientes.
Y es que lo vivo en carne propia, cada día festivo. El 14 de febrero tuve un pequeño altercado (dentro de los 15 que tuve a lo largo del día) pues e un pastel, una señorita pidió que su pastel tuviera esta leyenda: “Te amo Johnny”. La joven regresó a la hora acordada, y el pastel estaba en la nevera. Al sacárselo y al mirarlo ella no contuvo la rabia y me gritó lo siguiente:
—¡¿Qué?! Así no se escribe el nombre.
—¿Perdón?—le dije con cordialidad.
—¿Usted no fue a la escuela o qué?
Ante la atónita conclusión que llegó la erudita de la lengua (su novio reforzaría esta teoría). Le dije que si estaba mal escrito, que no había problema, que se borraba y se corregía. Pero como la furia es algo que no se controla me respondió:
—Ese no es el problema. Es que no puede ser posible que no sepan escribir un simple nombre. Una viene aquí apurada y paga lo que sea por tener algo de calidad y le salen con esta pendejada.
—Señorita, disculpenos, quiere escribirnos y mostrarnos cómo se escribe el nombre? Y por favor, no nos falte al respeto, que nosotros no lo hemos hecho.
—Nada más eso faltaría. Que me falten al respeto. Pásame una pluma.
Escribió en el papel que le dimos y nos lo dio. Me fui a la cocina con el pastel, para que corrigieran. Después de borrar el nombre mal escrito, salí con el pastel que llevaba la leyenda “Te amo Yony”
—Mucho mejor. Espero que aprendan a escribir. Lean, eso les ayudaría a su analfabetismo.
Qué puedes hacer cuando eso pasa. Me tuve qué contener. Y eso que no fue la única mentada que recibimos en el día. Y es que los días festivos son peligrosos contenedores de rabia. Me pregunto por qué la gente descarga sus rencores con los comerciantes. Ni porque los atiendas lo mejor que puedes te tratan bien. Por lo menos pedimos respeto. Y es que esos días se han convertido en días que detesto a más no poder. Me tengo que preparar psicológicamente para que aguantar los 14 de febrero, los 10 de mayo, los 30 de abril, los 24 y 31 de diciembre. Odio esos días, pues se destapa la estupidez y la violencia que tenemos que tolerar, sólo por las represiones ajenas. Casos como el ejemplo anterior tengo muchos. Y es que esta vez me contuve, porque la que atendía (no diré ningún nombre) llevó un pantalón blanco, de esos pegaditos, que la verdad me levantaron la moral. Pasé para buscar chatilly en la nevera, y al salir noté a esta chica empinada, buscando algo en la vidriera. No sé cómo me contuve, cuando me dijo si había visto el paquete, yo bajé la mirada a mi cintura por si se había dado cuenta de la reacción que causó, pero supe después que se refería al paquete de bolsas. Cómo me conrolé ese día, es una incógnita. Por un lado la violencia de los clientes, por el otro, el hermoso acoso de la jovencita.
Odio esos días, pero tengo que reconocer que este 14 de febrero fue diferente. Agotador, pero diferente.
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