martes, 6 de enero de 2009

El Día en que los vendedores tienen el poder: El paseo de Reyes.

Para mi madre.


Es 5 de enero y salgo de mi casa a las 6:45 de la mañana, un movimiento constante en la calle hace que el ruido sea el almirante esa mañana. Mis ojos ven a gente que me ve como extrañados de que un joven de 26 años, con su mochila de “Pantera” salga a trabajar, o a estudiar porque estoy viejo para el estudio. Me ven extrañados cuando los singulares debieran de ser ellos, ya que una vez al año invaden las calles del centro para apropiarse de la calle 53 y llenarlos de fayuca, animales y comida.




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Desde el domingo 4 ya se oían los ruidos de los metales, indicadores de que los puestos se levantaban, se erigían como estructuras postmodernas de una civilización maya actual.


Eduardo Huchín, en su genial libro ¿Estudias o trabajas?, nos facilita una hermosas cita de Edmundo O´Gorman “La navidad es la venganza de los mercaderes contra Jesús por haberlos expulsado del Templo” y el denominado Paseo de reyes, no puede ser mejor ejemplo.


Desde la mañana empiezan su andar la gente de todo el estado, ya que no sólo el municipio es partícipe de este evento. El paseo de reyes es más una procesión de contrabando lícito que un paseo. Y Campeche es un pueblo, que ve en las procesiones, su idiosincrasia, su origen, siendo Hool, la feria de fin de año de Champotón y la feria de septiembre, sus estandartes más sobresalientes.


Camino directo a mi trabajo y la gente, el movimiento de personas con la intención de vender artilugios raros, me llaman a darles una mirada. Pero recuerdo que son casi las 7 AM y con molestia voy a trabajar. El 5 de enero es un día incierto. Es como una de esas personas que se pegan a un político o partido para ganar un “hueso” pero nada más no agarran nada, porque el 5 es un día que se labora; está siempre al borde de convertirse en inhábil pero no da el paso final. Es nuestro “ya merito” del calendario.


La gente empieza a llenar la arteria 53. Jóvenes que estudian en escuelas privadas, rayan clases; los policías se esquinan para platicar; las señoras se dan una paseo rápido antes de ir al mercado, donde seguro se quedarán otro poco más; los políticos campechanos van temprano porque es el único horario que les es pertinente, ya que en la tarde se avecina el “güato” de gente; todos están felices, sin dinero pero felices. Es más, los comienzos del año que empiezan con alarma de crisis, son los 5 de enero que más nutrido se ve el Paseo…, irónica la vida, así como irónica la gente.


Caminar por la calle que es una de las más frecuentadas del centro, da un sentimiento de libertad. Es el único día en que no hay que preocuparse por ver a los lados, por el temor de que nos atropelle un auto, tan sólo hay que preocuparnos por los empujones de la gente. Y no es preocupación, se diría que son empujones calurosos, de fraternidad. El caminar entre tanta gente, tocándola, siguiéndola, oliéndola, es un hecho significativo. Es un acto de “compadrismo” anónimo que nos dice que si el mundo es pequeño y feroz, Campeche es un cuarto de Infonavit y con gente que sabe que es la bondad.


Pero en mi caso, pasa algo muy extraño, cada año que voy al Paseo por la calle 53 no me encuentro a amigos que frecuenté el año pasado, sino que me topo con amigos de la preparatoria, de la secundaria. Aquellos amigos que pensé perdidos por mi memoria, y que en el día de los reyes aparecen como pidiendo anuencia a mis recuerdos. Un acto más para ponerse nostálgico.


http://www.youtube.com/watch?v=ePHqrIEmgu0

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El día de reyes simboliza más de lo que parece. Es el día en que los venteros tienen más poder que la policía. Ayer, mientras veía unas películas originales para comprar, un policía quería pasar al Banamex que se encontraba a espaldas de la señora que vendía las películas. El policía no pudo pasar por otro lado, así que se vio en la penosa necesidad de pedir permiso a la señora que no tenía más que una mesa, y facilitaba el acceso al gendarme.


—¿Me da permiso de pasar, por favor?

—A dónde quiere ir—preguntó la señora, con un tono algo irritado.

—Es que voy al Banamex. Tengo que atender un llamado—contestó el policía con esa firmeza que le da su oficio ante el llamado de la ciudadanía.

—¡Jumm! Pásele por ahí—le señaló una esquina de la mesa, en donde me encontraba—Y no debería darle paso ya que los de Banamex me obligaron a quitar mi cartel de oferta. Cabrones estos.


En otro momento de esa misma noche, estaba esperando en la parada de camiones, aconchonado en la pared de Uribe(una tienda de ropa). Estaba esperando a alguien. Cuando de repente, unos tres tipos se acercaban empujando un carrito de carnitas. Sin pedir permiso ni decir nada, nos lo puso enfrente a mí y a una señora con su hija que esperaba el camión, quedándonos los tres encerrados. Parecía que eramos invisibles, pues los tres tipos no nos hicieron caso. Nos ignoraron como si no tuviéramos más derecho que su autoridad. Como si el permiso de estar ahí estuviera implícito en la fecha. Y la policía que estaba a lado de nosotros no dijo nada, como si tuviera miedo de los taqueros de cuarta.


http://www.youtube.com/watch?v=4vLamaQnOHo

Video tomado en el mercado. Perdonen el dedote.


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Cada panadería tiene su estilo de Rosca de Reyes. A estas alturas, la estandarización está acaparando el mercado. Los supermercados, con sus precios son los que anteponen la accesibilidad al sabor. Aún hay algunos que prefieren lo tradicional y se avocan a las panaderías de años, con sus ingredientes especiales. Hay panaderías que le ponen Cajeta a la rosca, así como en Michoacán, hay otras roscas que sólo llevan acitrón, otras son adornadas con los dulces tradicionales como el higo, y las frutas cristalizadas.


El muñequito no es tan importante, porque no se respeta mucho la ley de que “A chamaco salido, tamales cedidos”. Campeche disiente de las tradiciones que tengan compromisos que concedan anfitriones.


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La denominada Fayuca es lo que abarrota las tiendas. Tepito se vuelve Tenochtitlán.

En Campeche se establece un mercado ambulante enorme para vender lo que sea, como si fuera un tepito del sur.


Se vende lo que sea sin que las autoridades tengan poder sobre ellos, ya que el permiso que se cede a los comerciantes, les da derecho, no sólo a metros para su establecimiento, sino a vender lo que uno quiera.


No es difícil encontrar videojuegos que emulan al Nintendo, con nombres engañosos como “Polystation”. La nueva generación se ve honrada con las letras escritas como suenan y con numeros posteriores al nombre “Pleystation 3”, o el “Wi ni 2”.


Supermario 1 no está más de moda que en Campeche, convirtiéndose el paseo de reyes en una expo de piratas, ya que presentan el videojuego legendario con sus variantes. Se puede ver cómo los piratas están a la vanguardia al mostrar el mismo juego, sólo que con un personaje diferente, puede ser Wall-E, o hasta con la temática Naruto (me tocó ver un Supermario Ku Klux Klan, en donde Mario es un encapuchado blanquito, y los hongos malos unos negros).


Las películas chafas están a la orden del día. Ahí se pueden encontrar todos los hits que no han llegado al Hollywood, y hasta aquellas películas mexicanas de ficheras que son muy difíciles de encontrar en los videoclubs.

Las camisas de los equipos de futbol son una opción atractiva. Los papás que empiezan desde fuerzas básicas (es decir, desde que sus hijos son bebés) ha dejarle su legado. Los padres les compran camisas, balones, zapatos del equipo que el mismo padre venera, como intentando amarrar al hijo. “Mi hijo puede ser maricón, pero jamás americanista”. Los papás son los publicistas más acérrimos.


http://www.youtube.com/watch?v=EFs5xAU83sg

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El día de reyes es un día más noble que el de navidad, ya que no sólo los niños son visitados por los reyes magos. Los jóvenes y mayores de 26 siguen teniendo obsequios bajo su “hamaca”.


Las canastitas de dulce son la opción que nunca puede faltar. Si son niños, van juguetes y canastitas; y para los que ya no son menores (porque niños siguen siendo para los padres), los juguetes son los únicos que faltan. Yo amanecí con la sorpresa de pisar una canastita forrada de celofán. Y no sólo yo, sino que todos mis amigos tuvieron la misma suerte. Es como si los padres no quisieran perder la ilusión de regalar a sus hijos. Más bien, como si se aferraran a mantener la magia. Ese es uno de los actos más nobles que ha desembocado el catolicismo.


Cuando yo tenga hijos (si es que los tengo), y ya sean mayores, seguiré fielmente dejándole canastas de dulces bajo su lecho, porque mi madre lo ha hecho, como si me inculcara tácitamente la cultura de defender la magia y la ilusión que envuelve la navidad.

Porque las canastitas de dulce son sorpresas constantes, que sigue llevando es acto inesperado.

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