Perdonen el olvido en que los tengo, mis queridos lectores de este blog. La verdad es que estoy un poco apurado en el trabajo, y más con el querer tener una beca que me pueda solventar las necesidades para ir a ver a Radiohead en Marzo.
Esta vez, como siempre, les traigo unas fotitos de unos, no sé si llamarlos muñequitos o qué cosas. Pero primero, haré un poco de tiempo (y de letras) para que no digan que soy un guevón que sube todo lo primero que se le viene en mente. No.
Resulta que este fin de semana me fui a chambear a Champotón. Llegué como a eso de las 9 am, y no había desayunado. Así que mi jefe (mi padre) me dijo:”no te preocupes, yo tampoco lo he hecho” y entre todos lo obligamos a que nos comprara algo para pepenar. Me hizo acompañarlo, y nuestro desayuno estaba planeado: era cochinita.
Entonces que nos fuimos por la cochina, y la tienda que nos proveyó de dicho manjar, era una que se encuentra enfrente del Chedraui, de Champotón, por supuesto. Un pequeño local llamado “El negro”. Un nombre muy poco frecuente, y que no se llevaría con la salubridad. Pero el que no es mexicano, tiene que entender que el ponerle a las tiendas, el apodo del dueño, es lo más normal.
Y fue mientras nos servían la cochinita, cuando me topé con dicho muñeco:
Es una marranita con una carita muy coqueta, pero lo mejor era que estaba empinadita. Se los juro. No le pude tomar una foto de su trasero, porque quedaba enfrente de la señora que nos estaba pesando el kilo de cochinita, y hubiera pensado que soy un enfermo. Si ya tenía suficiente con las fotos que le tomaba a sus muñecos.
Nos entregaron la cochinada, y mi papá pagó, y pidió una coca cola de 2 litros, misma que me dispuse a sacar de la nevera, de esas acostadas y de puerta corrediza, cuando me topé con este sapo muy peculiar:
A poco no está chingón. Esos ojos de briago son muy parecidos a los de algunos amigos que conozco. Yo me enamoré de ese sapo (sin albur), y es que me parecía una contradicción que un sapo sea un chef, porque como ustedes notarán, tiene su sombrerito de Chef (alguien me dirá por ahí cómo se llama dicho sombrero). Creo que un sapo borracho es de lo menos adecuado con un local relacionado con la comida. Y la cerdita, pues está coqueta y se pasa por alto porque lo que se vende ahí es cochinita pibil, pero el sapo me pareció una desafortunada imagen, ya que podría ser vocero fútil del dueño. Pero me pareció encantador. Y por más que le rogué al dueño, este desistió, y me fui desconsolado.
Tiempo después, un amigo (Juan, te mando un saludo, Chino) me enseñó este video, que me hizo desistir de toda empresa por apropiarme del animalito humanizado, y me hizo considerar mi vida, porque si la reencarnación existe, yo sufriría de ser un sapo:
http://es.youtube.com/watch?v=b9UU8l3YJkM
Nada más no vayan a vomitar la alfombra de su oficina ¿ok?
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