martes, 1 de julio de 2008

Ir de compras

Hoy en la mañanita fui a comprar fruta al mercado. Entre un mundo de gente, la mayoría señoronas, caminaba con mi pantalón de mezclilla que combinaba perfectamente con mis chancletas. Me di cuenta de que en cierto sentido, vivía mi cuento "La hora de las señoras". Pero lo más interesante es que la cara de las señoras no es de molestia, al contrario, es de contento. Gozan ir de compras, como las mujeres americanas (por alguna razón, nosotros los latinos no nos consideran americanos) en los Halls. He de aceptar que uno de mis placeres, una de las cosas que me cambian el estado de ánimo es ir al súper, aunque no compre nada, siempre logra ponerme contento. Creo dar con la razón de por qué señoras y yo (fíjese que separo señora y yo) sienten ese increíble gozo al ir de compras. El centro reside en el mirar y desear. Uno va y se deleita por las cosas que no puede comprar, y con las ofertas se experimenta un estado muy cercano al orgasmo, y aunque la persona, ni con la rebaja de precio lo pueda comprar, el meollo se centra en la cercanía. Es un gozo masoquista. Las señoras van con la consigna de comprar pepinos, naranjas, papel higiénico y achiote, pero en su vista se está llevando refrigeradores, pitahayas, revistas, burros de planchar, etc. En mi caso, siempre me llevo una pantalla LCD con 1080p, un mini componente, una computadora, un videojuego y muchas películas.

La raquítica economía de las señoras se compensa con el dolor dulce de soñar con las cosas que quisiera comprar, como si fuera un acto deliberado de revancha. A diferencia de los señores que van al súper o al mercado, que sólo las quincenas acuden con su familia, convirtiendo la compra de la despensa en un acto familiar, como lo es ir al campo en otras latitudes. Sin embargo, los señores van al súper a comprar lo que es justo y necesario, sintiendo un desperdicio de tiempo el indagar cosas que uno no puede comprar. Pero como todo ser humano, tiene sus debilidades en el apartado automotriz, o en la sección deportivo. Cada quincena, los supers se convierten en alberges de compradores y deseadores. Y es obligación, que cada quincena, el acto de ir de compras sea tardado, a diferencia de las otras veces cuando se va a comprar algo en particular. Le dan prioridad al deseo y no a la necesidad material.

Y con esta última sentencia siempre me viene el recuerdo del pasaje donde Jesús sacó a los mercaderes del templo. Las analogías siempre serán más profundas que los hechos. Jesús sacó a los mercaderes por manchar el recinto de su padre. Pero también es curioso que ese ser que perdonó todo, no tolerara tal acción. El acto podría explicarse por la reacción de deseo que causaba a las demás personas. Uno paseaba y veía una cosa que deseaba comprar, convirtiéndolo en un soñador efímero. El deseo es algo muy castigado, y es posible que fuera lo que enojó al salvador.



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