jueves, 17 de enero de 2008

Helicóptero

Por la calle 12 del centro, existe una casa de muy buena presentación, si saben a lo que me refiero, sabrán que lo que ofrecen en esa casa cristiana no son menos sabores que los que ofrece una carnicería. En dicha casa se encuentran las mejores mujeres con precio, en todo Campeche, y eso es algo de lo que se debe hablar aparte. En esta ocasión lo que relataré es algo que pasó en dicho lugar, y la charla sobre ese lugar será para mejor ocasión.

Uno de esos días de soledad, se me ocurrió entrar a dicho recinto de babilonia. Y comprobé que efectivamente había un sin número de bellezas que no se ven ni en el Diamante más relucido. Mi, llámenlo si quieren, fetichismo, me hizo preguntar si había una asiática en el lugar. La matrona, que era un hombre de avanzada edad, y puedo apostar con credencial del Insen en su bolsillo de su Guayabera, me dijo que sí podía satisfacer mi gusto exótico. Pero el inconveniente era de que tenía que esperar a que saliera el afortunado que dios ayudó por levantarse más temprano. El hecho de entrar minutos después de que alguien ya lo había hecho, me parecía tan asqueroso como entrar a un baño justamente después de que había entrado un gordo que acababa de comer mondongo, y cuya evidencia era el olor que emanaba del trono. Pero como ya había acordado con el viejo, la pena no me dejaba objetar nada. Así que esperé en el sillón engomado del loby. Fueron los 10 minutos más fructíferos de mi imaginación, pues esta no dejaba de dibujar en mi mente, todas las mañas que el señor le estaba haciendo a la asiática, y que yo sería víctima de esos jugos que, el anterior a mí, estaba exprimiendo. Eso me hacía temblar desde mi lugar.

El tiempo terminó y la puerta del 4 se abrió. Pude escuchar que la mujer de oriente, con un español mejor que el mío, le pedía que no se fuera, que fue maravilloso el tiempo que estuvo con ella y que jamás había sentido algo así. Que fue la cogida más rica que había tenido. Yo quedé sorprendido del servicio psicológico de la servidora sexual. Me dije que en ese lugar eran muy profesionales, pues laboraban en todos los aspectos, tanto en el corporal como en el mental. Me animé mucho cuando oí lo que decía la mujer. Era seguro que también a mi me lo diría, pues ese es su trabajo. Ya me veía yo oyendo los halagos de la mujer, y yo, como todo un Mesías, persignándola y dejándola queriendo más. Eso sí que hace bien al ego.

Pero todo se torció cuando vi que ella se rehusaba a aceptar el dinero del hombre. Decía que no se atrevía a cobrar, que al contrario, ella le debía más, y le suplicaba que no dejara de ir por ella. No lo podía creer, una puta debiéndole a un cliente. Por un momento pensé, “a lo mejor el hombre es como un tipo de hombre-herramienta y sirve para darle mantenimiento a las prostitutas”. Eso tenía sentido para mí, pero no para la realidad. Y más cuando ella lo sujetaba como los niños que se aferran al juguete que quieren pero que sus padres no le compran. Eso acabó con mi soledad. No podría entrar con la asiática después de haber entrado ese garañón. Sería como una competencia, y a la pendeja, hasta me cobra a mí el servicio del anterior por haber laborado mal. Pero, el viejito, viéndome dudoso, me dijo, “no se apure, joven. A horita que salga el señor, espere 15 minutos para que la dama se arregle para usted”, esa fue la liana que me terminó de amarrar al sillón. Ya estaba resignado a pagar doble, cuando salió el hombre y me di cuenta de que era un conocido. Era Beto Olivares, un amigo de Veracruz.

—¡Qué onda, mi Wil!Puta, que gusto verte.

—Qué pasó Beto. Cuánto tiempo.

—Como 40 minutos—me respondió con una sonrisa malévola.

—Ahh—contesté después entender su fino chiste—ya veo en qué te las gastas.

—Pues ya ves, cómo son las mujeres para con los jarochos.

—Ya me di cuenta. Oye y qué dice tu mamá.

—Allá está, en minatitlán. Pregunta mucho por ti y los demás.

—Ahh. Me la saludas. ¿Y qué haces aquí, en Campeche?

—Fíjate que vine por el trabajo. Es que yo trabajo en Chedraui, allá en Veracruz, y como gerente, me mandaron aquí a Campeche, porque ayer fue la evaluación por zonas.

Por lo que me dijo de su trabajo, entendí que el dueño de Chedraui, aparte dedicarles tiempo a sus caballos, se dedica a viajar al sureste para ver las tiendas que su papá le dejó. Pero en realidad eso no me interesaba. Yo quería llevar la plática con dirección al suceso con la asiática. Pero no encontraba el camino adecuado para encausarlo.

—Y sí, mi wil. He estado viajando estos días. Mañana temprano me voy a Mérida, para después regresarme a Veracruz.

—Ahh. Chingón. Pues cuando vayas a Mérida, puedes ir apartando a las putitas desde hoy, por Internet—dije riendo.

Y vi que su cara tomaba seriedad. Así que pensé que había metido la pata sin antes haber metido otra cosa. Y con cierta seriedad me respondió:

—Yo no tengo que buscar. A mí me buscan—Y destrozó lo serio con una risa pícara, que desahogó mi preocupación.

En ese momento, vi el tiempo justo para preguntarle sobre el suceso.

—Oye, y que pedo con la chinita.

—¡Ah! Eso no es nada. Hubieras visto ayer, todas se me amontonaron como si yo fuera Brad Pitt…

—Achis, achis. Cálmate tú.

—No, neta. Mira si quieres te digo mis secretos, pero en otro lugar. Vamos a la iglesia por un café.

Y dudé, pues desde cuándo los padres dan café. Pero ante la equivocación que él mismo sabía que estaba, empezó a chasquear los dedos y mirar con ojos entreabiertos al techo, como si buscara la respuesta.

—No a la iglesia—me decía—vamos a…este….cómo se llama…donde comen los gringos…

—ahh, la parroquia.

—¡Ándale! vamos, te invito un café y te platico. Ah bueno, si quieres te espero a que te revientes a la chinita.

—No. Mejor ya vámonos, ya no tengo ganas.

—Excelente elección. Porque la verdad es que ya la reventé tanto que quedó como globo ponchado.

—Ahhh. Cálmate Alfonso Zallas.

Al llegar a la parroquia, Beto pidió que nos sentáramos cerca de la puerta, para ver a los “culos”, como él le decía a las bellas mujeres que paseaban en el centro.

Pedí un café y Beto pidió una ensalada, porque tenía que cuidar su físico. Me instó a que pidiera algo más sustancioso, así que pedí una hamburguesa hawaiana con una orden de papas. Y después de que se fue el mesero, le pregunté con aire de broma, para que no notara mi curiosidad.

—Y cual es tu secreto, pinche Beto, ¿Tienes dos y cuatro Güevos?

—No, pero si los tuviera sería Dios—y cuando dijo esto, dos que tres senectos voltearon a vernos, como si fuéramos unos blasfemos, que a decir verdad sí parecíamos—el secreto está en los trucos.

—Qué, ahora me vas a decir que eres David Copperfield.

—No coño. El chiste está en el truco y el chiste del truco está en la maña—apenas terminó de decir esto, el mesero nos trajo lo que pedimos.

—Ahh. Y cual es el truco.

—Mira, ayer que vine a Campeche y cuando terminé de la chamba, pregunté por un putero, me enviaron a “La casa”. Fui, entré pedí una putita. Entré. Actué normal, después hice mis acrobacias y ella quedó tan alucinada que hasta lloró. Me pidió que le diera otra dosis, pero yo me hice el difícil. Y ahí está el secreto del éxito.

—Ahh—respondí con incredulidad, además de con una gran ironía porque sabía que la humildad era algo que había perdido—Pero cómo le haces para que ella se quede alucinada.

—Pues mira, ¿Te acuerdas del video del helicóptero?

Mis ojos eran la respuesta a su pregunta.

—¿No lo has visto?

—No

—Esa en donde una pareja está cogiendo, y el hombre, teniéndola ensartada, la hace como…

—…¡Como helicóptero! , ahh ya me acordé.

—Pues ese movimiento es como una leyenda. Y cuando se lo haces a una mujer, esta queda a tus pies.

—¡Sabes hacer el helicóptero!

—A Wilson— me contestó mientras metía una galleta con ensalada en su boca—Es algo difícil de aprender, pero una vez que le agarras, ya lo tienes.

—¿Y se lo hiciste a las putitas?

—Pues claro, por eso me suplicó la chinita. ¿no la oíste?

—Sí.

—Mira. La cosa se hace así. Primero tienes que estar en forma para poder hacer acrobacias.

—Con razón cuidas lo que comes.

—Pues claro. Una vez que estás en tu peso ideal, tienes que fortalecer tus brazos. Y los tuyos si necesitan una ayudadota, eh.

—Cálmate, Van Damme.

—Una vez que estés físicamente en forma, llega el punto de la práctica…

—Pérate,pérate. Primero dime cómo aprendiste esto.

—Pues me lo dijo el del Internet.

—Ahh cabrón. ¿Lo conociste?

—Sí, me fui a España para interceptarlo en una convención porno en Barcelona.

—Pinche enfermo, ¿fuiste hasta España para hablar con ese cabrón, sólo para aprender a coger?

—Mira, Wilberth, no sabes las puertas que se te podrían abrir con sólo saber coger bien. Mírame, esta gerencia no la gané estudiando.

—Bueno, bueno. Y que pasó con lo que te dijo.

—Mira, la neta es que no me dijo mucho. Sólo me dijo algunas cosas para la técnica. Lo demás yo lo saqué viendo una y otra vez el pinche video. Me di cuenta de que el truco está en el punto de apoyo, que es el vientre, y no la pirinola como todos creen. Porque si fuera el pito y no el vientre, se te tronaría como una ramita.

—Entiendo.

—Wil, te digo este truco para que tú saques provecho. Y te lo digo porque eres cuate. No se lo he dicho a nadie, así que aprecia el tip.

—No, pues muchas gracias Beto.

En ese momento empecé a creer todo lo que me dijo mi Sensei. Me sentí un pequeño saltamontes paseando en las praderas de la sabiduría.

—Mira, wil. Una vez que tienes los brazos, el peso y el abdomen firme, es hora de la práctica. Primero practica en tu cama. Ponte una almohada en el vientre, ¡no en el pito que te lo mallugas! Das unas vueltas, impulsándote con los brazos. En unas semanas ya agarras ritmo. Una vez que lo tienes, es hora de la acción. Primero inténtalo con tu novia, pero hazlo con cautela para que no sospeche que estás entrenando.

—Ok.

—Una vez que te salga el helicóptero, mándala a chingar a su madre.

—¡Pero por qué!

—Para que ella lahaga de escriba y se lo cuente a las amigas. Wil, tú sabes que los héroes no se hicieron grandes por sus peleas, sino por los escribas que relataban sus hazañas.

Quedé impresionado por la riqueza de su lenguaje y la lucidez de su inteligencia. Ya sabía yo, desde la secundaria, que cuando Beto habla de sexo, es todo un sabio que canta.

—oye Beto, pero la verdad no me queda muy claro lo de la practica.

—mira, te voy a enviar unos videos que hice para que te ayuden a orientarte…

—NO, mira no quiero verte en pelotas.

—Ohh que la chingada, tu sí que no quieres salir adelante…Bueno te envío unos dibujos, dame tu correo

Después de darselo me vio fíjamente a los ojos y me dijo

—Debes tener toda tu dedicación en esto.

—Si, Beto, lo juro.

—Ok. Mira, lo que sigue son las mañas. Fíjate que no vas a llegar a hacer el helicóptero,y terminar tu acto. No. Debes trabajar la ilusión.

—¿cómo?

—Sí, coño, trabajr la ilusión, como los magos, ya ves que ellos no llegan y te hacen el truco y ya.No, hacen un tipo de ritual y ponen todas las cosas para que se de una bonita ilusión.

—Ahhh, ya entendí.

—Sí mira, yo te podría dar unos consejos, pero la verdad es que lo mejor es poner tú de tu cosecha. Te recomiendo que des unos besos sondeadotes. Osea que busques el lugar que las prenda. Una vez que lo encuentres, pasa de vez en cuando tu lengua por ese lugar, para que vayas derritiendo su hielo. ¡Aguas! No todas las mujeres tienen el mismo punto.

—Ok. Entendido.

—Después de los besos, juega un ratito con ella. Les gusta que hagas cosas cons sus pechos. A otras les gusta más que las beses mientras jugueteas. Una vez que esté en calor, y decidas ingresar, hazlo como su cuerpo te lo pida. A veces les gusta que lo hagas fuerte, otras (que son la mayoría) les gusta suave. EL chiste es que sientan rico. Y algo que es clave, deja que ella te domine. Eso les gusta un chingo. Y después de un rato de sometimiento, toma tú el control. A veces se sorprenderán por el cambio de batuta, pero eso enriquece el acto. Y cuando tengas el control, y ella no se lo espere, le haces el acto final. Te aseguro que la reacción que ella tendrá será muy estimulante para ti, y tan diversa como las mujeres que te ponches. Unas llorarán con gran emoción, y otras se reirán de felicidad.

—¿En serio?

—Ni me preguntes, cabrón. He visto reacciones, hasta de enojo, por haber tardado tanto en llegar a su vida

Después de terminar nuestra cena. La plática nos llevó a la Iguana, pues no podíamos terminar la enseñanza así porque sí.

—Y mira, pinche Wil. Otro secreto es que tienes que ser todo un profesional con los culitos. Debes mostrarte todo un caballero con ellas para que se te abrán. Tu actitud tiene que decirles “A sus pies, bella dama. Yo sólo quiero cogérmela hasta que quede a gatas” Porque si no eres un poco atrevido, la flojera te chingará. Tienes que ganártelas. Es difícil cuando empiezas porque nadie sabrá de lo que eres capaz. Por eso, el cortar a tu vieja será el primer paso a tu promoción. Es por eso que te doy este consejo: Sé todo un profesional con las mujeres. Y no le hagas el feo a ninguna. Aunque esté tan fea como Lyn May, gánatela, porque una mujer ganada es igual a cinco mujeres dispuestas a dejarse ganar. Eso es el poder del chisme. Y aunque la vieja esté bien fea, es seguro que sus amigas son un racimo de culitos de primera. Por eso, Wil, deja los perjuicios físicos y ponte a chambear. Es todo una inversión a largo plazo.

—Ya veo.

—Sí cabrón. Verás que las viejas, el dinero, y las oportunidades vendrán de golpe. Y lo más importante, tu nombre será coreado entre las viejas de toda la república.

—Qué chingón hablas Beto.

—Si vieras cómo se pelean las viejas por mí. Ayer, después de hacérselo a la putita que lloró. Fue y se lo comentó a sus amigas. Cuando regresé hoy en la mañana, todas ofrecían su tiempo libre par clavar conmigo. Y chécate esto, no pagué ni un centavo. Te recomiendo que empieces a hacerte famoso en los puteros. Pues si corean tu nombre ahí, lo harán en cualquier lugar.

—Muchas Gracias Beto.

Y la noche se terminó, cuando en realidad no quería que terminara. Llegó el día en que se tenía que ir mi mentor y me sentí desprotegido, pues no tendría a quién recurrir en caso de alguna duda.

A los dos días de haberlo dejado en el ADO, en mi correo llegaron sus dibujos que me explicaban el truco. Y a dos meses de haber estado en una dieta rigurosa y las visitas proclives al gimnasio, me han hecho apto para llevar a cabo mis ejercicios. Empecé en la cama con la almohada. Noté la dificultad del ejercicio. Pero en una semana logré dominarlo. Después lo llevé a la práctica con una mujer. Y como no tengo novia con quien cortar para que inicie mi leyenda, tuve que buscar una candidata para que la haga de mi escriba.

Eso ocurrió en el Rum, cuando unos amigos me llevaron a dicho lugar. Estaba muy lleno. Y después de intentar ligar a unas cuantas mujeres, noté que tenía ciertas carencias para poder lograr que se adhirieran a mí. Después de todos los intentos que se podían hacer en el antro, ya no quedó mujer con quién intentar hacer clic. Hasta que llegó una pelirroja artificial con una amiga que parecía su mamá. Y la de rojizo cabello no era una belleza tampoco, es más era un sacrificio para mi próspera carrera como garañón. Me acerqué y le ofrecí fuego a su cigarro. El fuego lamió el tabaco con tal sensualidad que evidenciaba mis propósitos. Y rezando para que no tuviera que sacrificarme más profundamente con su amiga, ella me lanzó una mirada que me dio la señal de “Ya te llevó la chingada”. Tomamos unos tragos, yo de coca cola porque no tomo alcohol, hecho que me dio más puntos, pues le agradó que fuera saludable. Lo bueno que no era tan inteligente como para deducir un posible vicio por mi encendedor que le ofreció fuego a su cigarro.

Después de haber intimado un poco, y de haber aguantado su deficiente habilidad para hablar de cosas mundanas, entré en su vida con vívido interés. Y tanto fue, que con ayuda del alcohol en sus entrañas, logré que me invitara a su casa. Dejamos a su espantapájaros en su casa, y nos dirigimos al hogar de la pelirroja. Entrando, se abalanzó hacia mí, y empezó a besarme como una colegiala en celo. Era evidente que no había tenido sexo en mucho tiempo, por sus errores garrafales en su forma de besar. No sé cómo carajos llegamos a su cuarto. Incluso no recuerdo cómo era, pues el ansia de mostrarle mis habilidades sexuales no me dejaban ver a mi alrededor.

Llegamos desnudos a la cama. Acaricié todo su cuerpo y sondeé con mi lengua su cuerpo, en busca del punto que la hiciera temblar. Encontré dicho lugar, era la cadera, a la sureste de su ombligo. Se revolcaba como se rasca un perrito cada que pasaba mi lengua por ahí. Yo sólo me decía que pronto vendría el momento en que volaría y estaría por encima de los demás hombres. Tendría el estatus de Aquiles, de Hércules, sería un semidios. Llegó el momento de “entrar” en acción. Dejé que me dominara, y para mi sorpresa, ella quería que fuese rudo. Pues rudo me vi. Le asenté unas nalgadas, seguidas de dos cachetadas que calificó como exceso de rudeza. Me disculpé y seguimos el acto. Fue turno de que yo llegara a dominar. Ella se sorprendió gratamente al ver que yo llevaba el mando. Empecé jalándole el pelo, e insultándole. Cosa que la hizo sentir divino. Le decía “órale, pinche roja falsa” “Mueve el culo perra morena” Y cuando vi el m omento para que llegara el clímax, la puse en cañoncito, y me impulsé para dar las vueltas. Cuando di la primera, ella gimió de alegría que me desbarató emocionalmente. En ese segundo le di gracias, en silencio a Dios por haberme mandado al ángel de mi amigo Beto. Ella no podía creer lo que había hecho, al igual que yo. Sus ojos estaban vidriosos y con una expresión de asombró que no parecía la misma cara que había visto en el Rum. Cerró los ojos como pidiéndome otra vuelta. La segunda fue de confirmación, y la gemida era más un sollozo de alegría. La tercera vuelta logré escuchar un te amo, y en la cuarta escuché un tronido, como si se hubiera reventado un globo. Quedamos sorprendidos por el ruido que provenía de nuestro empalme. Un dolor me vino de menos a más, como si se me engarrotara mi miembro. Ella se asustó y me preguntaba si estaba bien. El dolor era visible en mis ojos, pues los tenía tan cerrados y parecían culos de perro.

Ella, se sentó y me abrazó. El dolor se me pasó. No sabíamos que había pasado. Al otro día me acompañó al urólogo. Este me dijo que tenía un desgarro en el miembro. Que no podía tener sexo, ni manualmente, por unos cuantos meses. Naomi, me besó en la frente, y nos retiramos del consultorio. Me llevó a mi casa y quedó en irme a ver. Me decía de cariño “maravilloso”.

En mi casa, me comuniqué por Internet con Beto y me dijo “Eso es signo de que ya no eres virgen, lo que oíste es como tu himen. No te preocupes. Bienvenido a las grandes ligas.”

Después de esa plática me sentí muy bien, pues en unos meses volveré al juego.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

JAJJAJAJA CHE WIL YAME ESTABA YO MOJANDO JAJAJJA Y SE ME ESTABA ANTOJANDO EL HELICOPTERO PERO, MIRA, TENGO COMPASION DE LOS HOMBRES JAJAJAJJAJA
MUY BUENO WIL

wilberth herrera dijo...

sueloo causar esa reacciòn en las hembras. jajaja, por eso no me gustan los animales.

Qué bueno que te gustó.Aquí está el cuento que más trabajo me costó
http://pildoritadelafelicidad.blogspot.com/2009/01/el-buen-anfitrin.html

sólo diré que compromete mi hombría.

nos vemos. Un saludo