lunes, 3 de marzo de 2008

Cómo pudo suceder

Eran como las cuatro, y el cielo estaba raro. Son de esos días que no parecen realidad. Raúl veía el parque desde la fuente que tiene tiempo sin funcionar. Sólo pensaba en la rareza de estar sentado en aquel parque, que parecía tan difícil de recordar. El aire se iba enfriando y las nubes negras aparecían en el cielo. De pronto, una de esas sorpresas que alimentan la vida, se presentó ante Raúl. Era Maribel que se presentaba con sus maletas. Maribel era una amiga fugaz de Raúl, y menos que amiga era una conocida. Era Croata. Raúl la había conocido en España en uno de sus viajes de desmadre en el viejo continente. En sus años de preparatoriano, Raúl era bendecido por los frutos que su papá cosechaba como trabajador de gobierno. Maribel era una hermosa mujer de blonda cabellera. Su piel era blanca y resaltaba el color rosa de sus labios.

Después de un repentino desmayo interno, Raúl no pudo más que articular un estúpido “Hola”, seguido de una inquisidora “¿Qué haces aquí?”

—Hola Raúl. Vine a México por mi equipo de Volleybol.

—Ahh. Qué gusto me da verte. Y ¿Cómo me encontraste?

—Ehh. Yo encontré… cómo se dice…casualidad.

—ahh. De casualidad.

—Eh, sí. Venía en camión—y señaló un camión de turistas que estaba de espaldas a la fuente—y te vi.

—Qué suerte. Digo, qué suerte la mía que me vieras, y más que vinieras al verme. Oye, hablas mejor el español.

—Sí, es que me pasé unos tres meses más, cuando fuiste.

—Ahh. Ya veo. Ven, siéntate.

Era bella. Muy bella. Si los cálculos de Raúl eran correctos. Ella tenía 18 años, 10 años menos que él. La última vez que la había visto, había tratado de seducirla con sus ímpetus de valiente jovenzuelo. Y aunque sí logró causar un efecto en la güera, no se había atrevido a darle la estocada final. Pero ahora, tenía la libertad de terminar la faena. Tenía los argumentos físicos e intelectuales para lograr algo que recodaría con agrado. Y quien sabe, talvez algo duradero. La tenía a centímetros de su codo. A centímetros de sus labios. Aunque hacer algo estúpido como besarla, sólo lograría ahuyentar al ciervo. Tenía que trabajarlo. Tenía que soplar las brasas para que agarraran fuego.

—La verdad. Qué bueno que te vi. Porque estoy sola y no conocer a nadie.

—¿no tienes amigos en tu equipo?

—Sólo hablo con una. Pero ella tiene un novio con el entrenador.

—entiendo. Pues voy a estar pegado a ti como una pulga—ella no entendió la metáfora, y Raúl no se había dado cuenta que la había llamado perro—¿tienes hambre?

—No. Acabo de comer.

—Y por qué no trajiste a tu novio como tu amiga.

Maribel bajó la mirada y se sonrojó como una niña.

—No tengo novio.

—¿Y por qué? Están ciegos que no ven lo bonita que estás—su sinceridad no llegó a tanto, hubiera querido decir “lo buena que estás”, pero cambió las palabras para no parecer un guarro.

—No, es que no he conocido buena gente.

—¿Estás insinuando que yo no soy buena gente?

—No. Tu eres buena persona. Digo que no he encontrado buen…como se dice…

—Pretendiente.

—Yahj! Pretendiente.

—Porque no has querido.

Maribel sintió la insinuación de Raúl y le brindó una tierna sonrisa que derritió los pantalones de Raúl. Las nubes negras de lluvia se habían multiplicado. El aire era fresco, pero con amenaza de tornarse más frío. Cuando de repente, se apareció el hermano de Raúl: Alberto.

—¡Beto, ven!. Mira Maribel, te presento a mi hermano Beto.

—Mucho gusto, beto.

—Beto, te presento a mi novia Maribel—Maribel volteó repentinamente para ver a Raúl con una mirada desconcertante—Es broma, qué más quisiera yo.

—Mucho gusto Maribel. Mi hermano me habló de ti. ¿De dónde eres?

—Ahm, de Croacia. ¿Conoces?

—No, pero de ahí es Davor Suker, el futbolista.

—Yahj. ¡Sí!

Estuvieron hablando los tres de nimiedades que no valen la pena remarcar. Dieron las cinco y Maribel se tenía que ir al hotel.

—Bueno, me voy.

—Pero cómo, Maribel. Por qué.

—Es que me tengo que presentar con entrenador.

—Pero te dije que estaría pegado a ti. Te tengo que volver a ver hoy.

—Pero clarosi quieren los veo en el hotel Campeche, donde estoy, platicamos y luego te invito a que veas algo en mi cuarto Raulito—dijo con una sonrisa pícara.

—¿A las siete está bien?—dijo Raúl con una cara de pendejo que nunca antes había visto su hermano.

—Ok. Nos vemos.

Ella se fue sin que ninguno de los dos le ayudara con las maletas. Preferiría decir que no la ayudaron con las maletas para que pudieran ver su bello cuerpo alejándose, vestido por un mini short color verde y una blusa blanca que llevaba metida al short, dejando ver las bellas piernas, y sus remarcadas nalgas; pero no fue así.

Los dos hermanos se fueron, a su casa, pero Raúl todavía estaba en el parque viendo alejarse a la guerita de colitas.

Las cinco y media marcaba el reloj. Raúl se tomó con calma el asunto. Era evidente que había conseguido una oportunidad con Maribel. Era evidente que su personalidad era lo que había dado los frutos. Se vio en el espejo y se dijo “no estoy nada mal”. Su físico era el necesario. Se recostó en la hamaca y vio la tele para que pasara el tiempo. Su hermano se metió a bañarse. Dieron las 6pm y Alberto ya había salido para ver unas cosas.

—¿Vas a ir Beto?

—Sí. Sólo que voy primero a la escuela a ver unos papeles y los alcanzo.

—ok

Hubiera querido que no fuera. Beto era menor que Raúl. Había entrado a la universidad.

Raúl agarró su ropa y se metió con toda la calma del mundo al baño. Se rasuró, se bañó con prestancia, mientras pensaba en la gran noche que pasaría a lado de Maribel. Intentó imaginársela desnuda, y creó, lo que para él debía ser su cuerpo. Pensó que tendría unos bellos pezones y una pelvis de ensueño. Se imaginó a ellos dos en la cama, desnudos y revolcándose como dos luchadores.

Terminó su baño. Entró a su cuarto, y vio que el reloj marcaba las 6:50 pm. Se vistió rápido. Se perfumó, se puso los zapatos, y agarró una sábana. ¿Para qué querría la sábana? No lo sé. A lo mejor para taparse por el frío del aire acondicionado, o para …no se me ocurre nada más. Pero agarró una sábana.

Al abrir la puerta, notó que estaba completamente nublado. De un momento a otro iba a llover. Eran las 7:10pm y todavía estaba en la puerta de su casa.

Corrió como un energúmeno, con sábana en mano. Agarró el camión que lo llevaría al hotel. Apuraba mentalmente al conductor. Y ya estando a mitad del camino, no recordaba qué hotel era. ¿Era Hotel plaza Campeche, o el hotel Campeche? Se bajó del camión. Se dijo que seguramente era el Plaza Campeche y se dirigió corriendo ahí. Empezó a llover con fineza. Avanzó una, dos y tres cuadras, y no conseguía avanzar más. Se resguardó de la lluvia en una tienda. Fueron los 5 minutos más desesperantes de su vida. Intentó recordar en donde era. Vio el reloj de la tienda: 7:40pm. Salió corriendo. Le faltaban dos cuadras para llegar al Hotel. Vio cómo el letrero de “Hotel plaza Campeche” se acercaba. Miró en el interior y no vio movimiento. Acechó el estacionamiento y no vio ningún camión. Entró y preguntó en recepción si hospedaban a un equipo de Volleybol, y le dijeron que no. Supo que se había equivocado de hotel. Supo que su hermano ya debía estar con Maribel. Oh, oh. Su hermano ya estaba con ella, y como lo esperaban a él, de seguro que platicarían. Y lo más probable es que se irían sin él.

Salió como flecha del hotel. Quiso para un taxi pero ninguno estaba desocupado. Llegó un camión y dudó si agarrarlo por lo tardado que sería en llegar, o esperar a un taxi y llegar más rápido. Se subió al camión. La lentitud del armatoste era contrastante con la desesperación de Raúl. Como ver una olla hirviendo dentro de un tanque de guerra.

Y en el camino se martirizaba a placer. Imaginaba que su hermano le restaría puntos. Además, Maribel y Alberto eran de la misma edad. De seguro que podría inclinar la balanza hacia Beto. Y más por la molestia que debía tener Maribel al no haber llegado a la cita. La lluvia era la música que le permitía endulzar con melancolía sus pensamientos. La sábana estaba completamente mojada.

Llegó a la parada de camiones. Se bajó y corrió con lo que tenía de energía. Calculó que debían de ser las 8:30pm. Maldijo la displicencia con que se bañó. Maldijo el momento en que le presentó a su hermano. Pasó por su casa y se dirigió al hotel. El hotel Campeche estaba a 5 cuadras de su casa. Si se hubiera acordado hubiera llegado hacía mucho tiempo. Corrió con velocidad pero con prudencia, pues las banquetas del centro se convierten en auténticas pistas de patinaje por la lluvia. Llegó al hotel. Vio el camión estacionado en la entrada. Entró y vio gente extranjera en el lobby. Se apenó por cómo estaba por la lluvia. Tomó valor y le preguntó a una de las jóvenes.

—Disculpe ¿habla español?

—Sí.

—¿Son ustedes del equipo de volleybol de Croacia?

—¿Sí. Es usted prensa?

—No. Quería preguntarle si conoce a Maribel

—sí. Es una del equipo.

—¿Está por aquí?

—No. Salió con un amigo. Hace como una hora.

—Gracias.

Era todo. Había salido con Beto. Seguramente estarían por ahí paseando de lo lindo. Enamorándose. No podía creer que todo se fuera a la basura de esa manera. Mientras se dirigía a su casa, pensaba que todo se había encausado a favor de su hermano. Era obvio que no regresarían pronto y que mañana era demasiado tarde. No sería lo mismo, pues al otro día estarían los tres, pero con ventaja a favor de su hermano.

Entró a su casa y se sentó en la ventana. Vio que llovía a cántaros. ¡Momento! ¡Llovía a cántaros! Probablemente no irían a ningún lugar; Beto no tiene auto. Pero eso no era nada bueno, pues significaba más tiempo para hablar.

Pero pensaba: “no me puede ganar mi hermano. Yo he pasado más tiempo con Maribel, incluso nos hemos contado intimidades. De hecho, no les daría con esta tarde para recuperar el tiempo perdido, si es que quisieran entablar una relación. Tengo ventaja. Además, aunque en físico me saque una mínima ventaja mi hermano, yo lo supero por mi personalidad. Soy más agradable que mi hermano. Incluso más inteligente que él. Es evidente que yo tengo más posibilidades de intimar con Maribel. Y esta ocasión sólo ha sido un regalo de Dios para darle ánimos a Alberto para con las mujeres. Sólo espero que Dios no haga sus mamadas de amor a primera vista o algo similar”

De pronto, a lo lejos vio a los dos caminando hacia su casa. Notó que Alberto le platicaba cosas y Maribel se reía a placer. Era evidente que Dios había hecho su mamada.

Raúl se acercó para que lo vieran.

—Dónde estabas, Raúl. Te estuvimos esperando un chingo

—¿Dónde fueron?

—Por ahí—contestó Maribel con cierta indiferencia—no te esperamos más y fuimos.

—Raúl, ¿en dónde estabas? te vinimos a ver a la casa como tres veces.

—tuve un pequeño problema. Me agarró la lluvia y… tuve que salir—no quiso decir que no se acordaba del hotel, para no parecer un estúpido frente a Maribel— ¿A dónde fueron?

—Qué te importa—contestó con cierta molestia Maribel.

—Fuimos por un helado, pero la lluvia nos agarró, así que nos metimos por un café.

—ahh. Ok. Maribel ¿podemos ir tú y yo a tu cuarto?

—No.

—pero me tenías que enseñar algo.

—no, ya no.

—Pero ¿por qué ya no me lo quieres enseñar?

—Porque no. Ya no creo que sea necesario.

—Ya no me quieres… como amigo.

—No, lo que no quiero es estar sola contigo. ¿Y esa sábana, para qué la traes?

—Pues…

—¡Ves por qué no quiero estar contigo. Tipos como tú sólo piensan en sexo—Y se fue caminando a paso veloz en dirección al hotel.

—Pero eso no es cierto. Yo sólo quiero conversar contigo. Quiero contarte cosas que me sucedieron y que me cuentes igual—él la persiguió pero desapareció en una borrosa imagen.

Todo había terminado. El sonido se volvía más real y las imágenes se estriaban hasta deformarse. Era como ver todo con los ojos llenos de lágrimas; y por más que se frotaba, no podía regresar la claridad y nitidez a su vista. Todo había acabado. Era como el final de una obra de teatro. Raúl sería diferente, pero no tan diferente como en aquella ocasión. Temía que después de aquel suceso, le guardara un rencor injustificado a su hermano. Pero lo más triste del caso es que no podría ver a Maribel porque no la tendría cerca para contarle lo que sentía. Sabía que todo era una farsa y que tendría que resignarse a la realidad. Sabía que no volvería a ser lo mismo. Pues había una distancia más larga que la que hay de Croacia a Campeche: el olvido.

2 comentarios:

Rodrigo Solís dijo...

Muy buen relato Wil.

wilberth herrera dijo...

muchas gratzias, rodro, la neta quedé fuera de onda con sta maadre, fue muy raro, luego te cuento