Algo inesperado

Mi enfermedad se disipó el viernes, y el sábado ya estaba al tirín. Me fui a comer con unos amigos y la plática nos alargó la comida. Llegué tarde a mi casa. Me bañé (tentando a la calentura) y me acosté a dormir. Me desperté como a eso del medio día. Dormí sin interrupciones. Era raro. Me levanté a buscar algo de comer. Mi madre, que me vio llegar a la cocina me dijo “Qué crees, se murió Pancho” y yo “No mams. ¿En serio?”, “sí” me contestó. “Y qué tenía” le pregunté, “Pues creo que lo mismo que tú. Creo que se deshidrató. Tenía diarrea” me contestó. “Seguro fue el cambió de partido. Pobre” dije y mi madre no se movió, “tengo que subir la nota al periódico ¿qué pasará con su gimnasio?¿lo viste en la tele? ” y mi madre se quedó con cara en fuera de lugar “Pancho, el perico” me dijo “a qué pancho te referías?” “Ahh, ¿el perico se llamaba pancho? Yo pensé que era Pancho Brown” y nos reímos.

Así es, Pancho, mejor conocido como Putito, murió, y todo parece indicar que yo le contagié mi enfermedad, porque me dicen que tenía diarrea y no se movía. No comía nada, y mi abuelita le dio de todo, pero fue en vano. Por eso pude dormir tan plácidamente. Y no voy a ponerme solemne diciendo que lo extraño y que me arrepiento de… no, no, no, no, se murió y qué bueno. Celebro su muerte. Porque me ahorra futuros chirridos de pajarraco que no me dejarían dormir, y ese olor que despide la mierda de pájaro. Y esa horripilancia que me producen las garras de las aves. Se murió e hizo bien en irse a joder al otro mundo. Pobre, sí, pobre porque no hizo nada de ruido. Pero yo pienso en futuro y sé que hubiera sido un gran problema. Incluso ya lo era.

Mi abuelita estaba triste, y yo contento celebrando los goles del Toluca. Fue un súper domingo como no había pasado hace tiempo. De hecho lo hago oficial, el domingo 26 de julio del 2009 fue uno de los mejores días de mi vida.