viernes, 24 de julio de 2009

La colera y el loro


Ahora que estoy enfermo he tenido tiempo de escribir, y por consecuencia, convivir más conmigo mismo. Y todo es de gueva.


Primero, tengo qué hacer frente a la enfermedad. Una terrible calentura me arremetió el miércoles en la tarde. Misma que se prolongó el día de ayer en la mañana. Además, mis malditas infecciones estomacales hicieron de las suyas. Buscaron el día, el momento exacto en donde me vieran débil para poder tenerme en su mejor posición. Juanito dice que no hay peor enfermedad que la diarrea, ya que esta, no sólo te rebaja las defensas, sino que, como hombre, moralmente te destruye, ya que mi corto amigo piensa que el sentarse a hacer agua te crea un conflicto ético. Creo que tiene razón. Pues yo tengo estas dos rabietas de la naturaleza humana, y le jueves empecé a mejorar, pero quiso la diosa naturaleza ofrecerme el regalo que siempre pido y que este jueves fue inoportuno. La lluvia llegó y vino a derrumbar toda la pared protectora que las pastilla habían creado, y pues la diarrea ahí va.





Para terminarla de amolar, mis abuelos tuvieron de regalo otro animal que se encargó de alejarlos de mí. Cuando estaba enfermo, mi abuelita me hacía avena para tomar, con mucha vainilla como a mi me gusta, y me hacía gelatinas para la glotonería de la debilidad. O me hacía sopa de verduras con mucho limón que se encargaban de mejorar mi gritón estómago. Y mi abuelito siempre me traía del mercado fruta, misma que podía saborear en mi lecho. Mandarinas, plátanos y un mazapán de regalo eran los mejores deseos de mi abuelito para con mi salud. Sin embargo, un intruso vino a cambiarlo todo. Antier, un perico vino de regalo a mi hogar. El muy miserable se encargo de llegar en mal momento, pues fue el día en que me enfermé y necesitaba a mis abuelos a mi lado. Cuando llegué del trabajo, con la enfermedad en la espalda, ya el loro estaba robándome mi lugar. Por más que puse mi cara de enfermo, y por más callado que estuve, no logré arrancarles a mis abuelos y familia en general la pregunta “¿Estás bien?”, todos estaban ocupados arreglándole la jaula al maldito cotorro. Llegué a mi hamaca y me derrumbé. Después de media hora, mi madre se acordó que tiene un hijo y me preguntó si quería comer, y al verme decaído me preguntó “¿Y a ti qué te pasa?” “Nada, estoy esperando mi turno para ver al pinche cotorro” le contesté de mala gana. “estás enfermo” me dijo después de tocarme la frente, “de seguro te mojaste” me dijo para mi sorpresa “pero si vengo del trabajo y no ha llovido” le contesté pero todo fue en vano, el perico, con su gracia me había robado la poca credibilidad que tenía.



Mi abuela olvidó toda avena y gelatinas por hablar inútilmente con ese pajarraco verde. Mi abuelo ya no fue al mercado, más que para comprarle su comida al maldito perico. Creo que ya le pusieron nombre pero no me interesa saberlo, por mí que se muera.


El jueves fue de lorito para aquí, lorito para allá. Eso, estoy seguro, fue lo que me provocó la diarrea como furia de Aquiles. Estuve durmiendo gran parte del día, porque no pude dormir en la madrugada por los fuertes dolores de estómago y lo frío de la calentura. Cuando me repuse un poco, me dirigí a la cocina, y pasé por el patio. Y ahí estaba el maldito pajarraco verde, subiendo por su jaula. Si Poe tuvo de maldición un cuervo, yo tengo un perico. “He cagado más verde que tu plumaje, recabrón” le dije sabiendo que no corría peligro en que lo repitiera, porque es un guevón. “Qué onda putito” le dije, cerciorándome de que no había nadie alrededor “Putito. Putito. Putito, Putito” le repetía como queriendo que lo repitiera, pero el putito no lo hacía. “Eres un pendejo ladrón” le dije “Está bonito ¿verdad?” Me dijo mi madre al verme hablando con el usurpador. “Ujum” le contesté y me regresé a mi cuarto.


Este viernes amanecí débil, sin fiebre pero con el estómago revuelto aún. Hecho una sopa por las pastillas, por la recaída ocasionada por la lluvia, y por el pinche loro. A las siete de la mañana, mi abuelo se levantó a sacar al loro “para que te dé el rocío” le dijo en voz alta, misma que me despertó. Mi cuarto da para el patio así que me quedaban de frente. Mi abuelo lo puso en mi puerta, en una sillita y él se puso enfrente a él. Yo quedaba del otro extremo, así que quedamos, el loro en medio de mi abuelo y yo. Fueron minutos de silencio contemplando al loro subir y bajar por su jaula. Eso me devolvió el sueño. Cuando estaba soñando que estaba en Champotón mostrándole el lugar a mi amiga Bárbara, me despertó una platica de mi abuela. Abro los ojos y le estaba conversando al mugre perico. “Te voy a dar tus semillitas para que te queden bonitas las plumas ¿Eh?...Sube la patita aquí” ¿Y qué pasó con el nieto que sí está enfermo? He muerto. No pude dormir después. Me reporté como enfermo en mi trabajo y no pude pegar los ojos. Juro que mañana, temprano, le voy abrir “accidentalmente” la jaula a “Putito” (lo he bautizado) para que consiga su libertad. Pero he tenido tiempo para pensar, y si mi abuelo le cortó ¿las plumas de las alas? No importa, tengo el fin de semana para planear nuevos accidentes.



8 comentarios:

Rodrigo Solís dijo...

Lleva a “Putito” al partido del sábado. Sí, jugamos el sábado a las 5. No seas putito y ve a jugar.

wilberth herrera dijo...

jajaa, no sé si podré. Tendré qué consultarlo con señor salud. Pero sí que tengo ganas, pues

Lúthien Ringëril dijo...

no es el que estaba con los coreanos había que decía "ha-do-ken"??!!

saludos y q t mejores =D

wilberth herrera dijo...

jajaja, no, no es, pero sí que me acuerdo de ese pericote. Decía Ha do kken?, no mams! no lo escuché. Creo que ya pereció aquel pericote ligador. Eso sí, lo escuché ligar a chavas.

Gracias y nos vemos

Karate Pig dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Karate Pig dijo...

sabes que es lo peor wil?
que a Putito le verás volar
mientras cagas con furia
ahora nadie sabe de tí
Y él es parte de todo

Nada cambiará
Con tus abuelitos y tu diarrea
En sus caras ves el temor
Ya no hay papel
mientras cagas con furia

lo verás caer
Como un ave de presa
lo verás caer
Sobre la taza desierta

Te robará el papel
cuando sufras y zurres
lo esconderá
Antes que todos despierten

Te limpiarás con él, al amanecer
Entre tus piernas, entre tus piernas
Sabrás ocultarlo bien y desaparecer
Entre diarrea, entre diarrea

Laura Trujillo dijo...

Jajajajaja pinche Wilbert... tu lo mataste jajajajaja

wilberth herrera dijo...

jajja chingón el loro de la furia, karate.

LAurita, lo juro que no. Solito murió, nada o poco tuve que ver.

saludos