Ayer, mientras trabajaba a full en la pastelería. Una voz de “Buenass” hizo que dejara la espátula y la chantilly; y fuera a la caja para ver que se le ofrecía al dueño de tan singular voz. Era un señor moreno campechano, vestido de blanco cual doctor de quinta, pero de quinta rancho; y con un frasco de mayonesa Hellmans vacío. “Buenas, mire le vengo a pedirle una ayuda, pues una tragedia me alcanzó. Yo no soy de aquí, soy de Veracruz, y mi esposa está internada en el seguro en Campeche, pues está enferma. Y como somos muy pobres no tenemos con qué pagar las medicinas que me pide el seguro. Además yo pesqué un herpes en la garganta, mire” y me enseñó su cuello, eso se alarmó, porque él no sabía que la garganta está dentro de su cuello y no fuera. Pero siguió su terrible relato sin que me dejara decirle que estaba bien para mí y que le daría la limosna que tanto quería, pero como el camión de la película “Máxima velocidad”, no podía poner freno a su letanía porque estallaría con inocentes abordo “y el medicamento es muy caro, salen como tres mil pesos, sólo tengo 1500, además que necesito dinero para regresarnos a Veracruz” y sus ojos me decían como “échate este trompo a la uña, que te pareció mi historia”, me dijo “quería saber si me podría ayudar con lo que su corazón decida”. Yo abrí la caja y deposité cinco pesos en el bote de mayonesa que se veía nutrido. “Muchas gracias y que Dios lo bendiga” y se marchó de la pastelería con una sonrisa. Yo sabía que todo eso era una mentira, pero lo que me hizo darle ese dinero fueron dos cosas: 1) el dinero no era mío y 2) la forma tan elocuente con que abordó su mentira, era un digno actor de las calles.
Me puse a pensar, en estos tiempos, los limosneros de ahora abordan mentiras más explícitas, convirtiéndolos en actores de primer nivel. Aquí en Campeche hay uno que se sube a los camiones y canta canciones de alabanza a Dios, perdón, gangosea canciones de alabanza. Y como no se le entiende lo que canta por el problema que tiene al hablar, parecen más unos berridos inhumanos que erizan la piel: “Je jamor je jios ejg maragijojo, jande ej ej ajjgor je jioooooss”; y remata pidiendo una ayuda. Y cuando ya termina de recoger una voz masculina y perfecta sale de su pecho para decir “Bajan”.
En unos años veremos todo un Teatro de calle por parte de los mendigos. Veremos a personas con vestuarios y maquillajes dignos de una película de terror. Veremos acrobacias que se encarguen de tocarnos el corazón, y oiremos historias desgarradoras que nos cautivaran. Y con la tecnología a todo lo queda, seremos presas de actos tan sorprendentes que la conmoción será comparada con la que se tuvo cuando “Star Wars” llegó al cine. Y todo por ganarse unos pesos de nuestros bolsillos.
Todo esto lo venía pensando en el camión que me llevaba de regreso a mi casa, cuando en una esquina vi al veracruzano limosnero, comprando unas caguamas en un Cervi expresso.
3 comentarios:
Muy cierto mi querido Wil, los limosneros son una gloria. Yo soy amigo de un loquito que finge locura en las esquinas con semáforos para ganarse la vida. Y cuando que digo es mi amigo, es porque a mí no me pide limosna, sólo me saluda efusivamente gritándome “guerooooooo”.
Sí. Son como los señores que levantan la moral; los que dicen "que pasó flaco" y uno es un gordo, creado por sabritas. Sólo faltó mencionar si, apesar de loquito es mudo. Imagínate un loco que la haga de mudo, sería una comedia andante.
Maese Rodrigo: ¿No era ese loco quien antes pedía limosna fingiendo un problema físico, pero que por circunstancias desconocidas cambió de giro comercial a fingir un padecimiento mental?
Publicar un comentario