martes, 12 de mayo de 2009

Guantes de Látex

Para Janette



Cómo olvidarlo. ¿Recuerdas, Jane, esa vez en el hospital? Nos conocimos ese mismo día. He de admitir que cuando te vi quedé impactado. ¡Guau! Estabas lindísima. Volteé a ver enseguida. Tuve la suerte de que me sonrieras con tu batita de doctor. Yo, tan sólo estaba haciendo mis prácticas ¡Y tú también! Aunque en ese entonces no lo sabía.



“Está cabrón el calor” fue lo que utilicé para derretir el hielo, pero creí haberlo desvanecido torpemente. Fui testigo de la metamorfosis de tu risa en una de seriedad. Me quería morir, pero acabaste conmigo con un “Sí” insípido. Era todo, habías aniquilado toda esperanza. Te alejaste y al ver esa falda hasta las rodillas tan entallada y ceñida a tus caderas, me vi morir en el reflejo de las ventanas. Era todo. Siempre había sido así. Era un zoquete. Aún soy un zoquete. Bueno, creo que ahora soy menos. Tú lo sabrás no te lo tengo que decir.



Me encanta recordar esta parte. Talvez porque parezca de película, tú sabes lo femenino que puedo ser. “Puto” diría Carlos. Estaba acomodando mis notas, metido en lo que debía a notar, cuando sentí una nalgada por sorpresa. Me volteé y me di cuenta de que era la una de la madrugada y no había casi nadie, pero lo más sorpresivo de todo, era que el autor intelectual de aquella muestra de afecto tan peculiar habías sido tú.



En una ráfaga de segundo pensé que te habías confundido y que ahora vendrían tus disculpas “Déjame decirte que tienes buena nalga”, eso salió de tu dulce boca, eso que tanto me sacó de toda realidad. ¡Qué diablos era eso! “bue-bue-bue… hola ¿ya terminaste?” esa mierda fue lo que salió de mis labios que se empecinaban por ganarle a mi cerebro. Me viste por un momento, con esa mirada que haces cuando intentas darle sentido a algo que parece no tenerlo. Con las cejas arqueadas y los ojos semi serios “¿Eso es lo que dices ante una insinuación? Me viste el culo, te doy una nalgada como invitación ¿y esa madre es lo que sale de tu boca?” ¡Guau! “Insinuación”, “Madre” eran palabras poco comunes para una mujer tan bella como tú. No me malinterpretes, Jane, no es que te restaran belleza, todo lo contrario, le daban esa belleza de lo natural, hicieron que tu vélelas pudiera ser humana. No sabes cuánto me excitó eso. ¡Mira!, aún me excita. Pero tienes que entender que no sabía qué hacer. Sí, soy un anticuado, me acerqué con los ojos cerrados para darte un beso. Pero creí que la formalidad siempre era lo mejor. Oí una pequeña risa y al abrir los ojos, noté más de cerca tus dientes, esas bellas perlas que duermen en el fondo de tus labios, y esa hermosa herida que tienes en la cara llamada sonrisa. Dios tenía que ser todo un asesino, que disfruta herir a su víctima, a su misma creación, porque al desgarrar, construye caminos imposibles, remarca con el fino filo del cuchillo aquel pequeño abismo donde saldrá el aliento más hermoso. “Ok, primor, eres tierno. Me derrites” me dijiste entre una pequeña risa y me besaste con fuerza. Me jalaste y casi te tumbo al suelo con mi cuerpo. Era un muñeco de trapo. En verdad tienes fuerza Jane, te lo digo. ¡Y por dios, qué succión más salvaje! Por un momento pensé que me succionarías el cerebro. Puedo apostar que los cabellos se me pararon.



Te besaba, no, mejor dicho, me besabas con tanta pasión que se me olvidaba que no sabía tu nombre. Poco me importó. Tenía que hacer algo, de lo contrario parecía que me estabas violando. Te abracé y dejé mis brazos ahí. “Improvisa, pues. Tócame o agárrame algo. No ves que me estoy quemando” y llevé mis manos a tus pechos, los apreté “¡Con Cuidado! que no estás tanteando melones. Eso es suave” y decidí frotarlos. Dejé mi mano izquierda en tu melón y pasé mi mano derecha a tus glúteos “¡Nalgas! Esas sí las puedes apretar, me han costado horas en el gimnasio pues” y te reíste para después apretar mis nalgas “Estas también te han costado ¿no papito?” y contesté con un “ujum”.



“Vamos a un cuarto” me dijiste y nos fuimos abrazados a uno vacío del hotel, digo Hospital. Parecíamos novios. “Me llamo Alejandro” te dije, “Sí, ya lo sé. Yo me llamo Janette” Lo sabías, y no se me hizo extraño pues estaba caliente. Tiempo después me dijiste que se lo habías preguntado a Carlos, mi amigo de la recepción. Después del incidente del hospital, te he de declarar, amor, que me puse mal, porque una chica tan linda y tan aventada era señal de que varios legionarios habían acampado en tu cuerpo. Pero después me dijiste que sólo tres habían sido, la misma cantidad de veces que me había masturbado un día antes del incidente.



Llegamos al cuarto, la cama estaba arreglada. Nos pedía que la usáramos. Me aventaste a ella, le pusiste seguro a la puerta “No queremos que nos agarren en la maroma ¿o sí?”, por su puesto que no fue lo que pensé y lancé ese pensamiento en un movimiento de cabeza. Me haz dicho que mi risa era nerviosa, pero que me veía lindo. Te confieso, hasta ahí pensaba que todo era parte de una broma macabra. Imaginaba que en cualquier momento, mis amigos iban a salir y a burlarse de mis miserias, aunque no me había desnudado. “Fuera faldita” te la quitaste y empezaste a bailar como Shakira, con movimientos acentuados de cadera. “¿Estás borracha o drogada?”es lo que pensé decirte pero mis dientes atraparon esa pregunta, que hubiera impedido que tuviéramos esa gran noche.



“¿Te gusta cómo lo muevo?” ¿Sabes?, esa manera tan hombruna de hablar, sin tapujos y como un amigo, es lo que me enamora. Sé que llevamos años juntos y con dos niños maravillosos, pero esa cualidad siempre me han encantado de ti. Por eso he decidido morir contigo. “P-p-p-pero por supuesto” te dije. Bajaste el cierre de tu batita, y me enseñaste que no llevabas blusa, sólo un sostén negro de encaje con vivos en rojo. “¿Así agarraste el camión para venir hasta el hospital?” te dije, “Sí, ¿te excita?”me la volteaste, “Jejeje, claro”. Y me sacudiste tus pechos como si fueras una experta en presumir tus encantos. “Bueno, ya tuviste mucho, es hora de la cogedera” y te me abalanzaste y me besaste. Estabas sobre mí, sentía tus pezones duros en mi pecho, sentía el encaje en mi plexo. “¡Que me toques, pues! ¿No te gustó?”, “no, claro que por supuesto que sí” y te agarré las nalgas, estaban frescas por el aire acondicionado. Te di una nalgada sonora “ummm, se venga el chiquito, sólo espero que no se “venga” pronto”, “Cómo crees” te dije haciéndome el macho. Te agarré y viré la situación, ahora estabas abajo y yo arriba, besé y froté tu pubis y tu cosita. “mmm” fue lo que me contestaste. Eso me prendió. Me quitaste el cinturón con desesperación, me bajaste el pantalón y metiste tu mano izquierda en mi truza. Sí, aún usaba truza y me lo recriminaste con una risa semita ahogada. Eso me encandiló más y quise apurar las cosas. Me ví decidido a empezar la faena de la penetración cuando me dijiste “Tienes condón ¿verdad?” ¡Madres! “No”. No llevaba condón. Un pasante de medicina, un futuro doctor y no llevaba condón. Me viste con cara de “¡pendejo!” pero me consolaste con “revisa esos cajones, ahí debe de haber un chingo” y me fui como fiera tras mi presa. No había nada. “¡Un hospital y no hay un pinche condón!” exclamé, “¡Un pinche doctor y no tienes condón!” me recriminaste. “Espérame aquí, ahorita vengo, voy por un condón” te dije “¿A quién le vas a pedir? ¿A tu amigo?” y ya iba a decir que sí cuando me dijiste “¡ni madres! Esto es sólo entre tú y yo” y empezaste a vestirte “¡no, no, no! Voy a buscarlos por ahí” te dije, “Entre tú y yo, y ahora. No después” me alertaste con ojos serios y desafiantes. Cerré la puerta. Sabía que no podía forzar la situación, los pasantes de medicina, además del código de Hipócrates, tenemos el de coger con condón. Janette, te juro que no sabía qué hacer, no quería perder ese momento y te dije lo primero que se me vino a la mente. “Ok, yo lo arreglo, sólo dame un minuto en el baño”, “¿Y qué vas a hacer si no tienes un condón?”, “Espera” te dije con serenidad seria como si dominara todo el mundo y las cosas en él. Como si en realidad supiera qué hacer. Me metí al baño. “¡Qué hago!” dije mordiéndome. Tenía que terminarte ahí, ese día. Tenía que coger contigo, amor. Era la verdad. Si no lo hacía, seguro mis testículos reventarían.



Ya en el baño me daba de golpes en la cabeza. “¡Coño!” Revisé mi cartera para ver si no había tirado aquel condón caduco de hace 4 meses. Era verdad, me había deshecho de él. “¡Mierda! Por qué me deshice de él. Ahora que lo necesito” Quería llorar. Una mujer de ensueño estaba alejándose de mí. Pensé que seguro era una de esas benditas veces que el clima afectaba el cerebro de una mujer y la trastornaba, haciéndola ninfómana por un determinado momento. Eso lo había leído en una revista médica del baño. Eras como un deseo en un mal momento. Te lo juro. Quería sacarme las bolas para no tener la posibilidad de embarazarte, pero seguramente no ibas a querer, aún quedaba lo de la salud. Y por más que te asegurara y por más que me hiciera exámenes ahí, seguro no me ibas a creer. Hasta que metí mis manos en mis bolsas y saqué los guantes de látex, aquellos que acababa de usar para desechar las jeringas del consultorio. “¡Andalé!” dije con sorpresa. Me vino una luz, así como la que desprendía esa milagrosa tijera que estaba en el lavabo. “Por fin, un milagro oportuno”.



“Ahora salgo. Mientras desvístete y apaga la luz” te dije con la puerta del baño entre abierta, “¿encontraste condón?” me dijiste con ojos sorprendidos y de felicidad, “Sí” nada más que me lo pondré de una vez porque… me queda chico y tengo que empatarlo de alguna forma” improvisé esa mentira “¡Uuuummm!” exclamaste como señal de alabanza a mi supuesto tamaño. Cerré la puerta con una sonrisa pintada en mi rostro. Ya adentro del baño empecé a improvisar mi condón. Tomé el dedo más largo del guante y lo corté. Al querer ponérmelo, entró bien, pero tenía que estar erecto mi miembro para ver si no se resbalaba. Eso te da risa, lo sé amor, jamás dejas de reírte cada que cuento esta parte. Y sí se resbalaba. Entonces tenía qué anchear el dedo con mis dedos. Primero fueron dos, luego tres, hasta que cedió el condón rudimentario. Lo probé en mi miembro erecto y quedó muy exacto. Tenía que introducir más mi pene en ese dedo. Así que lo que hice fue, abrirle un agujero en la punta del dedo. Sí, arriesgue un posible embarazo para poder coger contigo, Jane. Te pusiste furiosa la primera vez que te lo conté. Pero tienes que entender que me encantabas, me encantas, y además esa vez no fue la que nos dio a Miguelito . Entonces llené el dedo de agua, y antes de que se terminara de escurrir por el agujero, metí mi miembro. Es física pura, con agua anchaba el dedo, y así metía mi pene. Ya una vez adentro, sólo tuve que apretar para sacar toda el agua ¡Y ya estaba! Un condón ceñido a mi pito. He de decir que me apretaba un poco.



Salí del baño y vi que estaba la luz apagada. Y tú en la cama. Las luces del pasillo se escapaban por el marco de la puerta. “¿Ya está listo caballero?” “Siempre” dije con la espada en alto. Me había jalado un poco para que estuviera firme el arma punzo cortante. Me tiré a la cama y empecé a besarte. Te agarraba las tetas, te las besaba, las lamía, te apretaba el culo para que no se escurriera mi amigo, pudiéndose quedar así desnudo y terminar con nuestra fiesta. Era pertinente que no dejara de estar erecto para que no se saliera del condón. Yo quería coger ya, amor. Tenía que hacerlo, porque una vez adentro, sólo tenía que tomar con mis dedos, las hendiduras del condón para que no se saliera por la succión de tus “Labios”. Entonces quise penetrarte y tú dijiste… qué dijiste, Janette, repítelo Please, ¿Ya vas por el pollito? Ya vas por el pollito. Me encantó eso. Y me fui por el pollito. Estaba adentro. Estaba calientito. Jamás voy a olvidar aquella sensación. Hice el movimiento de “atrás, adelante”, el viejo “mete y saca”, pero con cuidado porque tenía que ver que funcionara mi condón “¡Y así fue!” Era evidente que mi ingenio era superior. Poco a poco fui tomando seguridad. Cuando me di cuenta, ya estabas sobre mí, meneando tu bellísima cadera, abatiéndome con ese movimiento tan fiero y desafiante. Sobra decir que fue la mejor noche de mi vida. Nos dormimos juntitos, calientitos. Desnuditos. Estaba con la chica de mis sueños. Me dormí. Caí en un hermoso letargo. Cuando desperté, ya no estabas. Te habías ido. Me vestí “¡En la madre, el condón!” Eran las 7 de la mañana. Ya había terminado tu turno y el mío. Te habías ido. ¡¿Qué hacer?!. Tú con ese pedazo de látex en la vagina.



Busqué a mi amigo para ver si de alguna manera te podía localizar, pero era imposible. Pregunté a los doctores, pero nadie sabía de ti. Era peligroso que te quedaras con ese pedazo de látex dentro de ti. “¡Me dormí. Y se me olvidó!” ¡cómo pudo pasar eso! Hasta ahora no lo sé. No eras de la universidad, eso era claro. No te había visto. No di contigo. Sino hasta la semana siguiente que nos tocaba ronda nocturna. Estabas ahí. Me veías con desprecio. Era seguro que ya te había pasado algo. “¿Qué te pasó, estás bien?” “¡Pinche recabrón! Bien que sabes tu movida. No te hagas el pendejo”. No podía mentirte ya, la verdad era mi verdugo. “Perdón, pero la verdad no quería perderme la oportunidad de estar contigo” te dije con la vista zampada en el suelo. Pero bien que zampaste esa vez, ¿verdad? Pues sí, amor, pero al final eso fue cimiento de nuestro gran amor ¿no? No digas mamadas. Aunque es cierto, recabrón, te quiero.



“Me dio un pinche dolor en el vientre al otro día. Pensé que me habías pegado una pinche infección” me dijiste, contándome así todo lo que tuviste que pasar. “Tenía miedo de ir con mi papá. Él es ginecólogo. Me daba vergüenza. Qué dirá de mí. Seguro me metía de monja. Y si iba a otro ginecólogo, era una mamada porque todos se conocen y me conocen”. Me sentí abatido y con mucha pena. Me disculpé como nunca. Lloré, Lloraste como vieja con el final de su telenovela, sí, es la verdad. Y me contaste tu aventura con el dolor. No sé cómo te aguantaste el dolor por tres días. Y ya en la agonía de tu desesperación, te amo, tuviste que ir con tu jefe y pedirle que te viera. ¿Cómo le dijiste? “Papá me duele un chingo el vientre, ayúdame por favor”. Me dijiste que tu papá, preocupado te vio rápido, pues nunca le había pedido que te revisara y ni “Por favor”. “Cuando me vio—me dijiste— no sabía que era. Me dijo que tenía que ver mi vagina. Yo, apenada, tuve que acceder. El dolor era más cabrón que la pena ¡Mi papá vio mi queso! ¡Por tu pinche culpa! Sólo ví que utilizó su lamparita en forma de consolador y después frunció las cejas. Tomó unas pinzas y me las metió. ¡Pinche Alejandro, hiciste que mi papá me metiera el dedo y las pinzas! ¡Estaban frías! Y sacó tu condoncito. Le tuve qué contar lo cabrón que era mi novio”. “¡Tu novio?” te dije asombrado y me contestaste, “Pues sí, no creeras que le diga a mi papá que me acosté con un completo desconocido. Lo menos que puedes hacer es decir que eres mi novio. Y tienes cena con mis padres. Quieren conocerte. Ahora sí recabrón, vas a tener que enfrentarte a mi pa. No te preocupes, él entiende las cosas. ¿o tienes algo que decir?” “No, para nada” te dije, y desde ese momento, sigo pagando mi hermoso error, resignado a amarte hasta mi muerte. ¡Muac!




10 comentarios:

Laura Baeza dijo...

Jamás se me hubiera ocurrido hacer un condón de un guante de látex jaja. Estuvo genial

Karate Pig dijo...

Wil
otro cuento livianito, livianitoo...
se va como agua entre las manos, además, esta vez dejó un par de momentos memorables.
bien
el detalle del guante de latex y todo el procedimiento tecnico que requirió te convierte oficialmente en el McGyver del porno.

wilberth herrera dijo...

Muchas gracias Laurita. A mi tampoco, fue en el momento de que escribía. Te lo juro. Fue raro, no dejé de reírme cuando salió de mi cabeza y lo puse en la compu. Lo leíy me cagué de la risa. Muchas gracias.


Karate. El Mcgyver, jaja. Pinche Karate. Recibí tu mail. En un ratón, cuando esté en mi cantón te escribo. Muchas gracias por tu crítica. Urge una chela con usted, maese.

Rodrigo Solís dijo...

Muy bueno Wil, ahorra y manda tus mejores cuentos al FONCA, no seas buey.

Julio Peniche dijo...

saludos, oye, buen argumento, lo único es ke te sobra la mitad del cuento, y algunos detallitos me estorbaron... tiempos verbales, la intromisión de los flashback como monólogo interior, y la prospección, ke consideró podría ser el punto de partida del cuento: es decir, el hecho de terminar casados los dos personajes... mucho cliché en frases y descripciones, pero eso es lo de menos, fácil de trabajar... buen texto...

wilberth herrera dijo...

muchas gracias Julio. Estoy deacuerdo contigo, le faltan ciertas cosas y hay clichés que lo hacen un poco plano.

un saludo, mi buen

Lalys dijo...

PORKE MAUSER NO ESTAN LOS COMENTARIOS DE LAS NIÑAS Y EL MIO EN ESTE CUENTILLO??? INCHES WEVONAS VERDAD???
MI VIDA, LO KE ME ENCANTA DEL CUENTO ES KE CASI CASI ES TIERNO,
Y SI, ERES UN GENIO NIÑO, AL KE SOLO LE FALTA UNA PULIDA CON UNA LIJA DE AGUA.
BESOS....
NEGROS!!!!

Anónimo dijo...

Después de tantos meses es justo y necesario que haga mi acto de presencia y decir...

GRACIAS por mi cuento WILL, eres el mejor!!!

TE AMO
JAN

wilberth herrera dijo...

De nada mamita. Este cuento es tuyo, yo sólo le embarré un poquito de imaginación. Ya te dije cómo nació.
Gracias por tu comentario.

YO TAMBIÉN TE AMO

Wil

siaRii dijo...

Esta bien chido!!
Pensé que solo Ro escribia este tipo de cosas!
Saludos!