miércoles, 25 de marzo de 2009

Radiohead: Una bella bruja llamada Anneke II

Para Flor. ¡Apoteósica!


México ya era una realidad y poco nos servía frotarnos los ojos. Estábamos en el aeropuerto y no sabíamos a dónde ir. “Me estoy wishando” dijo Laurita y me acordé de que éramos campechanos. “Pues ve al baño, ahí está. Arriba” le dije, señalando el segundo piso. “Yo también”, dijo Mussgo y fueron ambos a desahogar sus penas. “No se muevan de aquí” nos dijo Mussgo, mostrándonos lo que sería su inicio en el D.F.: Una maraña de miedos.


Diego también dio señales de su historia en el viaje, se separó de nosotros dos (mi hermano y yo) para hablar por su celular. Todos ya tenían sus papeles perfilados, como si se tratara de una película de terror: Yo era el líder (vaya cargo de conciencia, por lo menos era el que moría de último), mi hermano era el que hacía caso al líder (probablemente de muerte anterior o posterior a la mía), Laura, la bella joven que moría tras una persecución, Diego, el que moría sin que nadie lo supiera y al que se presume, es el asesino, siendo declinada esta teoría, a mitad de la película, y Mussgo, el cabroncito que muere primero, de una forma por de más, graciosa.


Estaba en estas cavilaciones cuando mi hermano me dijo “Mira a ese wuey que está comprando en la pastelería”. Lo vi, y se me hacía conocido, estaba de espaldas, comprando un pastelito en El Globo, pero no podía asegurar quién era. Era peloncito, con lentes, chaparro, delgado, algo extraño. Pasó a nuestro lado mientras yo seguía como queriendo enfocar mi vista. Abrazó a una señora, presumiblemente su mamá, y siguieron de largo “¿Aleks Sintek?” dije, y mi hermano “Sí ¿verdad que sí es?” “¡Sí!” exclamé, y saqué mi cámara, pero ya era demasiado tarde. Ya se había desaparecido entre la marabunta de gente. Cuando regresó Laura le dije sobre nuestro primer famoso que vimos y ella exclamó con los ojos abiertos “¡No mames! ¡Amo a Alex Sintek! ¡Dónde está!” , “ya se fue”, le dije, “¿Le tomaste fotos?”, y le expliqué el porqué de mi pendejez. “¡Coño, le debiste haber tomado fotos!”.


El segundo paso era comprar una Guía Roji, ya que no pudimos hacerlo en Campeche, ni en Mérida. “Yo me sentiré más seguro con una guía” le dije a mi hermano. Entonces fuimos a una tienda de revistas dentro del aeropuerto, mientras Laura le mandaba un mensaje a Eduardo y Flor, con el fin de que nos pasaran a buscar al aeropuerto.


Entramos y nos topamos con un stand completo de Guía Roji. Entre Carreteras, lugares turísticos, calles y demás divisiones, entendimos que el acto sería más difícil de lo que creíamos. Era hora de escoger y no sabíamos qué comprar. “Mira, está esta de 70 pesos, y esta de 95” me dijo mi hermano, después de decantar las guías. “Pues creo que la mejor es la más cara. Siempre la más cara es la más chingona” y tomé la de 95 pesos. Pagamos (nos fuimos a la mitad mi hermano y yo) y subimos al segundo piso, para que Diego sacara dinero del cajero y esperar a Eduardo y Flor.


“Saca esa madre” le dije a mi hermano y lo destapamos, y ahí nos dimos cuenta de que la forma como se escoge a las prostitutas no es la misma para escoger un mapa. Era un mapa gigantesco, enorme, como aquellos mapas que utilizan los policías en las películas donde señalan con pins, los asesinatos del asesino serial. Era una grosería el intentar abrirlo y buscar la calle en donde nos encontrábamos, casi podíamos enrollar al Mussgo dos veces con esa sábana de papel. “95 pesos tirados a la basura” fue mi exclamación, y esa fue la única vez que sacamos ese mapa.


“¿Qué vamos a hacer?”, me preguntó Mussgo. “Pues esperamos a que venga Eduardo y cuando se vaya Laura con ellos, buscamos el hotel” le comenté. “¿A pie?, no chingues, nos van a asaltar ¿por qué no agarramos un taxi?” “no, porque está cerca de aquí. Además nos va a reventar” le contesté. “no mames, nos van a asaltar” me dijo y su miedo se convirtió en psicosis. “No jodas, ¿no ves que está cerca de aquí?” le dije, “qué tan cerca ¿30 minutos? vamos a agarrar un taxi, coño” me repuso, “cómo vamos a agarrar un taxi si está cerca”, “¿Cómo sabes, si no tienes idea de dónde queda?”, “pues lo ví en la guía roji de Internet, además es Hotel Aeropuerto, coño, no creo que se llame así y se encuentre en casa del carajo” le expuse, y este me dijo “no, vámonos en taxi, somos 4, si nos cobran a 200 pesos, nos vamos a 50 baros”, “no coño” y di por finalizada la discusión. Pero la inquietud no dejaba a mi amigo. En eso llegó Eduardo y Flor, “qué pasó” nos dijo Eduardo “Su hotel está aquí en la esquina” y volteé a ver con ojos inquisidores al Mussgo. Vamos, les mostramos. Y salimos del aeropuerto con rumbo a hospedarnos.


En la salida, un hombre atrás de nosotros le gritó a otro que se encontraba como a 11 metros adelante “¡Morado 15!”. Ante este hecho del todo fortuito, Mussgo vio al primer hombre, después al segundo, volvió su recorrido por los dos y dijo “Ahí está, ya dio el pitazo”.


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Sometimes you sulk, sometimes you burn…



“Vamos a comer” les dije ya instalados en nuestros cuartos, 307 y 308. Eran las 3:30 pm y no habíamos comido nada. “¿Adónde?” me preguntó Diego, “pues vamos a caminar, debe de haber algo por aquí, si no, de a perdida nos vamos al aeropuerto a comprar una pendejada”.


Salimos y caminamos los cuatro sin rumbo. Después de dar ciertas vueltas, decidimos preguntarle a un policía “Suban ese puente y cuando lleguen al otro lado, doblan a mano izquierda y avanzan dos cuadras, ahí van a ver puestos de comida” nos dijo y agradecimos.




Enl a derecha, a lado de ese edificio café o naranja, se encontraba nuestro hotel. Esta foto era para que si nos perdíamos. Ya saben, la paranóia del Mussgo era pegajosa.



Cuando subimos, supimos del porqué de lo invencible de México en el azteca: resentimos como puercos, la maldita altura. “Siento que mis piernas se van a quebrar” dijo mi hermano, “vamos a llegar bien mamados de las piernas” repuso Diego. Era verdad, parecía que íbamos cargando el peso de nuestras maletas o como si hubiéramos hecho 45 minutos de bicicleta. Nos dolían las pantorrillas.


Llegamos a tierra prometida. Yo quería unas “quecas”, tenía años que no las volvía a comer. Vimos un puesto y preguntamos “Claro que sí, hay de papa con chorizo, de hongos con queso, de flor de calabaza, de chicharrón, de picadillo…” Yo pedí una de papa con chorizo y una de Chicharrón. Mismas que pidió mi hermano. Diego pidió una de Papa con chorizo para ver que tal, y Mussgo lo siguió. Esa única quesadilla de Diego sólo fue el pináculo del iceberg, pues se pidió otra de hongos con queso, otra de chicharrón y terminó con otra de bistec.


Ohmaifokingad!! una de hongos con queso.


“¡No mames, es el león mexicano!” dije al ver el perro de la señora. Estaba peludo y chistoso. He de admitir que en ese momento pensé que era aquel famoso perro que mal vi en hazmeelchingadofavor.com, pero la realidad fue otra. El león sí era mexicano pero este era de sabana árida. Le tomamos fotos, pagamos por nuestra comida y nos regresamos al hotel.




Chéquen la memoria de pez que tenog pues no se parece en nada al original que es el de abajo.



A media cuadra, empecé a sentir un dolor en la cabeza, y el aire se había ido por completo. Tuve que detenerme para poder jalar aire a gusto. Fue un calvario ese regreso al hotel.


“Estuvo de la verga” fue la expresión por consenso. “Hay que bañarnos para ir al concierto de Anneke. Para ahorrar tiempo, vamos a bañarnos juntos” dije, “no traje short” mencionó Mussgo por segunda vez en el día.


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Uncover me/I hail to see/Your mystic trail of grief…



Ya estaba listo, mi boleto en la bolsa y con la cámara asegurada. Este concierto era la prueba para el de Radiohead. Si pasaba la cartera con la cámara escondida, sería un éxito el Foro Sol.


Bajámos del hotel, agarramos el metro y ahí fue donde me acordé de Bárbara. Todo fue sencillo, simple, como si hubiera viajado desde siempre en el metro, y gracias a esa amiga que me ayudó con las estaciones. Era simple, era sencillo. Supe cuál tomar para ir desde la estación Aeropuerto hasta Auditorio.


Ya era casi la hora, ya eran las 8 pm y al salir, no supimos ubicarnos. Preguntamos y nos dijeron dónde estaba el Auditorio Nacional; fuimos y Flor me habló por celular: “¿Dónde están?”, “en el auditorio ¿y ustedes?”, “en la cola. Apúrense, está larga ¿van a comprar boletos los demás?”, “Sí” le dije, “Pues apúrense”, “Oye, ¿dónde está el hard rock?” le pregunté, porque estaba un poco norteado, “mmm, ponte de espaldas al auditorio y a la izquierda”, “Ah, ok. Ahorita nos vemos”, y colgué. Nos apuramos, llegamos, y efectivamente, la cola estaba larga.


“¿Van a comprar los boletos?” les dije a mi hermano, Diego y a Mussgo, “no sé” me contestaron. Pues apúrense para checarlo. “¿Cuánto cuesta?” me preguntaron, pues no sé, les contesté, “Hay que verlo en la taquilla”, y me fui hasta el inicio de la cola y pregunté “El señor de barba vende” me dijo el de seguridad. “Cuántos quieres chavo” me preguntó, “¿Cuánto salen?”, “400 bolas” me contestó. Les dije el precio y con dudas aceptaron los cuatro, pues resulta que Laura tampoco había comprado su boleto.


De regreso hasta el final de la cola, Mussgo, con voz alta dijo “Ojalá no sea una porquería de concierto. Me dolió pagar eso” y las personas formadas, digamos que no se veían con ánimos de dejar pasar esos comentarios. Habían grandulones de pelo largo, aretes en todos los lugares donde puedan colgar, con las cejas fruncidas, y camisas negras que iban desde The Gathering hasta el Black Label Society. “A ver si no me fastidio” dijo en el mismo tono de voz, perceptibles para esa raza de humanos y yo le dije en voz baja “Cállate, wuey, esos cabrones si nos pueden romper la madre por tus mamadas”, “pero sí está de la verga el concierto me va a doler”, recriminó, “sí, coño, pero no lo digas en voz alta, no ves que estos cabrones se ven fans, y no les gustaría escuchar tus críticas” y como que entendió. Ya formados, yo me revolvía con el temor de que no les gustara el concierto a mis acompalantes, puesto que no conocen nada de Anneke y de “The Katherine” como le decía Mussgo, y que en desaprobación, dijeran alguna critica en voz alta, misma que nos costara la vida, perdiéndonos así el concierto de Radiohead, “Cuando termine el concierto, si no les gustó, aguántense sus expresiones hasta que estemos de regreso en el hotel ¿ok? Ahí sí pueden desplayarse, porque aquí sí corremos peligro por la libertad de expresión” misma propuesta que aceptaron.



La cola avanzó rápido, y ya estaba en la entrada. Me puse la cartera que contenía mi cámara en la bolsa trasera de mi pantalón. Porque ahí va la cartera.



Di mi boleto “Pase” me dijo el de seguridad. Uno ya adentro me pidió que me acercara “levanta tus brazos para que te revise” y yo accedí. Cuando sus manos pasaron por mi cadera, sin que me dijera nada le dije “Ahí traigo mi cartera ¿me la saco?”, el manoseador se rió y me dijo que no era necesario. Después caí en cuenta en lo puto que soné.


Pasé. Mi plan fue un éxito. “Radiohead, prepárate” me dije en mis adentros. Ya cerca del escenario, vi que Flor había podido pasar su cámara para tomarle fotos a su ídolo. “¡Aguevo!” le contesté a su pregunta de si traje cámara. “Tú saca fotos y yo grabo el concierto” le dije, y así quedamos. Éramos los más chingones del Hard Rock live, sólo hasta que después vimos a una mujer que llevó una cámara profesional y nos preguntamos cómo guardó esa chingadera. Después, un fan sacó su cámara, aún más grande que el de la tipa, con prácticamente un cono de tránsito como objetivo. ¿Dónde se la metió? pues no era prensa.


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I wish you knew/your music was to stay forever/And I hope...


Las luces se fueron por un momento, atrás quedaron las canciones de espera, aquellas que algún fulano atinó con Pink Floyd. Ahora empezaba a tener consistencia el ambiente. Era evidente que faltaba la banda que abriera el concierto. Los pies nos dolían, las piernas nos dolían, las pantorrillas tenían un clavo entre las carnes, pero la gente de ahí poco parecía importarles.


El alcohol ya era el invitado de lujo (porque costaba un ojo de la cara), los gritos de borracho eran ya plausibles. ¿Quiénes abrirían? ¿Serían famosos? No lo creí. Hasta que aquellas luces que se habían ido, regresando con un hombre regordete con el pelo largo sobre su rostro; un hombre delgado en el bajo; uno con barba de candado detrás de la batería y una mujer de pelo corto y con unas piernas muy loables.


El grupo empezó a tocar, la primera canción llamada “Silencio”. La banda se decía llamar Bisana. Desde los primeros acordes y rasgueos, enamoró a más de uno, y mucho más, esos bailes al estilo Anneke de la vocalista Anna Laura.


Era una mezcla de hardrock, con salpicaduras de stoner que dejaron al escucha con un dejo de perplejidad. Fue toda una grata sorpresa. Las canciones fueron avanzando y acentuaban sus mezclas, que iban desde el jazz, hasta el metal. No había piedad para el oyente. La banda quería demostrar su música. Eso se agradeció.


Los elementos del grupo eran muy buenos en la ejecución, sobre todo Jonnathan, el guitarrista, que le aplicaba esa piel, a veces muy stoner, a veces muy heavy, con su guitarra, y con su presencia. La banda tiene muy marcada su influencia, y se llama The gathering; sin embargo, la batería mezcla un jazz muy respetable, el bajeo resalta los huesos del funk, y la guitarra se encarga de ser el Caronte de cada canción, siempre con un atinado riff; y la vocalista con ese hechizo visual y esa voz peculiar, muy seria, tan seria que cautiva.


Un “muchas gracias, los dejamos con Agua de Anique” dejaron el escenario listo para poner un pin con el nombre de Bisana, en la cabeza en más de uno.


Una espera y varias canciones de Pink Floyd hicieron que la gente reclamara por la tardanza. Cada chiflido fue interrumpido por una joya de la banda británica. Todos coreaban el Another Brick the wall, silbaban; Us and them, y mentaban madres; super coreadísima comfortably numb, aplausos y después chiflidos. Hasta que la luz pareció fallar. Un sonido distorsionado dio el pitazo. Era la presentación de la bella bruja holandesa.


Era cierto, tanta espera se consumía en dosis de nerviosismo. Saltó en un brinco explosivo al escenario. Anneke fue recibida con piropos, gritos y muestras de cariño. Hyperdrive fuel a apertura, un cover de un canadiense no muy conocido, llamado Devin Towsend, dicha canción viene en el disco Ziltoid the omnisciente, muy bueno por cierto. BAJAR DISCO.Todo pasó de manera vertiginosa, en un momento ya estaban saltando todos.Muchos desconociendo la canción, otros más fans, cantando cada verso.


“Apoteósica” es la palabra que define la presencia de Anneke. Terminado el cover, vino el saludo al público, que no la dejaba hablar con todos esos gritos y piropos. Muchos hombres dejaban salir su corazón fresa através de esas melenas y chamarras de mezclilla con un “I love you” gritado y mal pronunciado. Las mujeres dejaban escapar su lado lésbico al gritarles las mismas palabras con toda una connotación sexual implacable.


La holandesa, algo aturdida por el recibimiento, sonrió y agradeció. Pero era hora de seguir con el concierto. Joris estaba listo, Jacques estaba listo, Rob estaba listo, y por supuesto, la líder. Atrás quedaron esas canciones de rock progresivo y trip rock con que se ganó adeptos con The gathering. Atrás quedaron esas discusiones acaloradas del porqué se separó de la banda; de que si no está a la altura; de si es una pérdida mayúscula. Ahora estaba con dos álbumes bajo el brazo, con un pop salpicado de rock, con letras muy a su estilo, y con esa energía extraña que transmite en el escenario.


Así vinieron canciones como My girl; la esperadísima Ice water; la vitoreada Witnesses con su baile árabe, muy sutil pero sensual.


La gente pidió sus canciones, y la vocalista complació. Pero entonces vino Beautiful One y todo cayó por su propio peso. Ese momento fue mágico, hasta parecía que los que jamás habían escuchado a Anneke se sabían la canción. Fue cantada por todo el Hard rock. Después de haber terminado, parecía que no podía llegar a más.


Yo voy porque quiero que cante Travel de The gathering”, dije. A lo que Flor me respondió, “no creo que la cante”.“Por lo menos que cante un par de The gathering. Sé que lo hará” le dije. Flor, un poco más resignada me contestó que le encantaría pero que no creía. ¡The gathering! Me dijo Flor cuando empezaron los acordes de Alone. ¡Aguevo!, fue mi contestación. Todos estaban al borde de la locura. Era un gesto tácito, era como si hubiera alguna esperanza para aquellos fans que se enamoraron de aquella banda, cuando Anneke era la vocalista. Fue de las más coreadas. Fue la mejor versión que se había escuchado, para muchos.


El cansancio, la espera, los bochornos, todo desapareció. Todo el concierto parecía haber escuchado Broken glass. Pronto vino Digging the grave, una canción de la legendaria Faith no more. Eduardo y yo nos vimos y dijimos ¡Faith no more! Y la cantamos a todo pulmón. De pronto, vimos que éramos los únicos señores que gritaban aquella canción. Sólo nosotros. Nadie (o casi nadie) la conocía. Poco nos importó. Muy respetable el cover. Después vino un cover más, Blower´s daughter, la bella pieza que se hiciera famosa por ser parte del soundtrack de la película Closer. Todos cantaron esa canción. Y muchos lloraron. Era indescriptible el ver a mujeres y hombres vestidos como rockeros, tan agresivamente rockeros,(incluso hasta algunos punks habían) desgarrarse con esa canción. Esa pista fue el símbolo de lo que Anneke pretende de ahora en adelante. El rock diluido con un Pop balada. Muchos, con este disco (y el nuevo) siguen a la holandesa, pero es muy probable que otros muchos vayan dejando de seguirla en este nuevo viaje. Eso está por verse.


Poco a poco fue llegando el final del concierto. Cerró con la explosiva You are nice!Todos terminaron satisfechos y con la voz ronca. Las luces se encendieron y Anneke saludó a su público mexicano. Desaparecieron del escenario y todos fueron tomando la salida.


En las estadísticas finales hubieron cientos de contentos, igual número de heridos por desgarro y otros tantos tocados. Sólo quedaba descansar en paz para el lunes.


VIDEO DE ANNEKE







Cover de Blower´s Daughter


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