La semana pasada, lo que se hablaba en Campeche eran de dos cosas: de los avistamientos de Benicio del Toro y de la victoria del América sobre los colombianos. La segunda noticia lo terminaré con una sentencia de un amigo americanista que termina siendo una gran verdad: “El América le ganó a los millonarios de Colombia, y por mucho se los lleva” Estoy completamente de acuerdo con él, pues nadie puede con el dinero del América ni de Televisa (refiriéndome al cono sur, porque si vemos para el norte, con sólo la franquicia de los Yankees tendríamos para pagar a 4 o cinco equipos de México). Pero esa noticia, amén de los locos que salieron en su carro en el malecón, pitando y gritando como energúmenos por la victoria del América, no nos satisface del todo, por lo menos para hacer una nota. Mejor me centraré en la primera noticia que es la de las apariciones del actor Benecio del Toro, que sin ser un santo, ha sido objeto de veneración, al menos así lo tratan los que dicen haber visto a dicho actor Puertorriqueño.
Y es que todos dicen haberlo visto, ya sea, en el mercado, en el centro caminando, en la iglesia, en el malecón, en el Table, en el café, por su casa (del que dice haberlo visto), en la gasolinera, etc. Y la pregunta siempre queda, ¿no tendrá nada que hacer Benicio?, ¿será un ser omnipresente? sin embargo, todos sabemos que no sólo ocurre con el señor actor de Puerto Rico, tierra del reggetón y de abundantes negros con egos más grandes que el tamaño de su cadena; sino que ocurre con todas las celebridades que pisan esta tierra de murallas. Así es, ocurre con todos los hombres prestigiosos del espectáculo.
Lo mismo pasó con Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacaba. Pues no hizo más que pasar un día, (o menos) en Campeche, los amigos empezaron a decir:”sí, yo lo vi comprando refrescos en el Servifresco”, “Se bajó en el malecón y me pidió fuego para encender su cigarro”, “yo lo vi en la catedral, en la misa de
Podemos notar algo, los famosos son una necesidad en Campeche. Se necesitan a los famosos para ser un poco más famosos, por lo menos unos segundos. Pero siendo más profundos y más claros, somos unos mentirosos. No sé si pasa en todos lados, pero sí les puedo decir que ocurre en Campeche. Aún no entiendo por qué la gente tiene que mentir que vieron al famoso que vino. ¿Creerán que por haberlo visto pasar, su vida es más interesante?
No sabremos por qué se miente mucho, y lo que los psicólogos nos digan siempre será una respuesta ambigüa y diferirá entre los psicólogos que acudas. Pero lo que sí podemos decir es que esas mentiras son de lo más divertido que hay. El mentiroso cumple una función de entretener al que escucha, pues juega con la imaginación del amigo escucha, mientras le toma el pelo. Esa toma de pelo agradable, sólo se puede equiparar en la literatura, pues los autores de cuentos, novelas, etc, son grandes estafadores, en donde “el que mejor cuente su relato” y “que cuente algo que atrape”, son las premisas de la literatura.
El mentiroso, chismoso (porque miente para chismosear algo), hace uso de artificios numerosos para hacer creíble su engaño: ya sea señas, anécdotas que todos conocen pero que son propias del círculo de amigos (como fiestas, convivios), personas conocidas, lugares del estado, etc. “No, qué te digo, yo estaba sentado en el malecón cuando vi pasar a Benicio del Toro, así—mientras terminaba el “así” pasaba su dedo índice, como si el susodicho estuviera pasando en ese momento, y a la velocidad en que su dedo apuntaba. Además de cerrar un ojo, como si enfocara mejor de esa manera—, yo le dije a Comanche, ¡mira cabrón, es el Che!, pero el pinche Comanche estaba bien pedo.”
Hay que mencionar que muchos mentirosos-chismosos, llegan al colmo del cinismo, pues aunque tengas los pelos en las manos, no aceptan que sea mentira lo que dicen: “Neta, yo estaba en el trabajo”, “Joaquín, te vimos en el Diamante, llevabas esa misma camisa”, “pero, ni siquiera conozco el Diamante”, “Joaquín, te tomamos una foto con el celular”—mientras se le muestran el teléfono con la foto, al verla responde—“pero no soy yo”.
Para terminar, podemos mencionar que el Campechano siempre, quiere vivir una doble vida, y no es que la viva, sino que se la inventa, para por lo menos ser alguien importante, por lo menos los segundos en que cuenta su mentira. Eso pasaría, si los estados de la república fueran personas: “y tú, Campeche, qué eres”, “Ahh, pues que te digo, tengo unas murallas que evitaron a los piratas”, “pero tus murallas se crearon después de que ya no habían ataques piratas”, “no, no es cierto eso. Además, en la época de las vías de tren, fuimos los primeros en construir una, que fue un acceso importante para la conexión con el D.F.”, “pero si lo construyeron, cuando las vías ferrocarrileras eran obsoletas, es más, ni siquiera terminaron de construir su vía.”
Definitivamente el mundo sería bueno si todos dijeran la verdad, pero sería mucho mejor si mintiera, pues tendríamos la certeza de que todo es mentira, y la verdad sería particular entre las personas, tendríamos una verdad por persona pensante ( que esto, aunque se diga ahora, no es aplicable al 100%), y lo mejor de todo es que sería mucho más entretenido. ¿No lo creen?
2 comentarios:
Muy bueno mi querido Wil, aunque un poco Borgiano (espero hayas entendido el chiste local).
Muchas gracias, rodro, y conforme al chiste jajajaj....no entendí, no es cierto, espero que les vaya bien en León, y traigan recuerditos, ¿no?, y hablales mal de campeche para que se siga expandiendo la mierda de aquí.
Nos vemos
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