viernes, 9 de noviembre de 2007

Lo que la Iglesia no se atreve a explicar sobre la Güeva.



Hay que ser hombres de bien, trabajar duro, respetar los sacramentos; tener pensamientos puros, no caer en la tentación; respetar a Dios y a nuestros padres. En esto se resume la filosofía de la iglesia católica. Pero un punto a resaltar, es la de ser hombres trabajadores. No hay que ser holgazanes; por que no podemos vivir una vida de flojera. Porque va en contra de la iglesia, y de Dios.

¿Por qué? ¿Por qué la flojera es repudiada por la iglesia? Un flojo me contestó “pues, porque es delicioso echar la Güeva, y en el gozo está el pecado” Esta respuesta refleja la opinión de un Güevón de primera, pues no se tomó el tiempo y el esfuerzo por profundizar un poco más su pensamiento. Y aunque suene raro, hay un trasfondo que la iglesia no puede suprimir, porque está en su historia: en la Biblia.

Independientemente de los curas, que son todos una bola de bolsones, y para colmo están en contra de la pereza, y para cagarse sobre nosotros, ganan muy bien; el hombre tiene una ley qué cumplir, los mandamientos, y sus reformas, los sacramentos y los denominados pecados tropicales, perdón, capitales, que son de usanza e imaginación del cristianismo, que es de origen europeo; en donde la negativa está implícita al nombrar puros sustantivos: lujuria, pereza, gula, etc. Estos pecados son personalizados como demonios imperceptibles, como mensajes subliminales en las canciones de RBD para los cristianos.

Pero volvamos a la pereza y a la pregunta, ¿por qué está condenada la pereza? ¿Por qué el hombre no puede ser perezoso? O mejor dicho ¿por qué el hombre tiene que trabajar para sobrevivir, no sería mejor no trabajar y vivir de lo que la naturaleza nos da?

Intentar de fechar el momento en que el hombre notó que necesitaba trabajar, sería una empresa guajira. Los científicos no darían con el resultado nunca. Los católicos sí. Y todo se remontaría al primer hombre, Adán. La Biblia nos dice que el hombre creo el universo y las cosas, y del polvo creo al hombre. Adán surgió del polvo y luego Eva de una costilla de Adán. Ellos no trabajaban, más bien güevoneaban en el Edén. Dios los creó para eso, y para no sentirse solo. Y para tener a quién demostrar su ego, y apantallarlos con su poder. Sin embargo, en el momento en que desobedecieron, se hicieron mortales, y cuales fueron las palabras de Dios: “…ahora serán mortales…y, Adán, trabajarás duro para dar de comer a tu descendencia con el sudor de tu frente…” palabras más, palabras menos, o diferentes, el caso es que terminaban las vacaciones de la humanidad. Y lejos de apreciar lo que dijo el señor, notamos la misoginia de la iglesia para con las mujeres, pues los perezosos tendrían ahí a su enemigo (el catolicismo es bueno para crear enemigos).

En pocas palabras podemos resumir lo anterior: fuimos creados para ser Güevones (o más bien, para aplaudir a Dios, sería como ver una obra de teatro o ver a un mago, pero aún así, el espectador está para observar y pasársela bien y nada más), pero por una desobediencia, ya no nos podemos dar ese lujo, porque al final de cuentas es un lujo, y sólo en el paraíso podemos seguir flojeando como fue desde un principio. Así, la primicia de “el descanso eterno”, contiene el valor de morir con la conciencia limpia y libre de cualquier pecado, y al morir, regresar al Edén, para así Güevonear con la bendición de Dios. Por eso, cualquier adelanto en nuestra vida mortal, cualquier salto sobre la deuda que nos dejó Adán y Eva, es repudiado por la Iglesia.

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