—¿Vieron cómo quedó el fabiruchis?—comentó Santiago.
—Sí, caón, que desfigurada le pusieron—alcanzó a decir Omar, antes que las risas de Santiago y Rosa inundaran su opinión.
—Pinche madriza que le metieron al tipo.
—Sí—afirmé ante el comentario de Santiago. Hasta que Omar, con una semi-risa que se contenía por argumentar algo, logró contenerla carcajada:
—La verdad que sí, yo estaba trabajando en el periódico cuando me llegó las fotos, y si no me decían que era “el Fabiruchis” ni cuenta me daba, incluso pensé que era algún borracho de Escárcega o algo por el estilo.
—Sí—con la risa contenida metí también mi cuchara—la neta, sí estaba grueso.
—Dirás hinchado, mi buen Wilberth, estaba horrible, a pesar de que ya era una horripilancia andante, con la madriza quedó hecho un mounstruo—Santiago agregó, mientras nos carcajeábamos de lo más educado que se podía.—Pero la verdad es que se lo merecía el pinche, “putito” diría wil, ¿no?
—La verdad que sí—afirmaba con vehemencia mientras le daba un sorbo a mi café con maple.
—Fue una verdadera madriza—nombró Santiago con solemnidad.
—Sí—comenté—Fue una madriza como Dios Manda.
La risa no nos contuvo la alegría, y no por el mal del mentado Fabiruchis, sino porque nos la estabamos pasando bien y en el fondo, era una broma, pero…muy en el fondo.
—ayy, que risa—dijo Omar—pero, lo más chingón es que decían, “fue un asalto” cuando todos sabemos que fue por sus puterías, ¿no?
—Pues claro, quién va a creer tal estupidez, si fuera un asalto no lo hubieran encontrado en un cuarto de un hotel—agregó Santiago mientras los demás reían—y que diría en recepción el que lo madreó…
En eso interrumpe Rosa para agregar:
—Perdón que te interrumpa San…
—No, no te preocupes.
—pero creo que se apellida Landa ¿no?
—Quién, Fabiruchis—pregunto sin saber.
—No, el que se lo madreó—me aclara Omar—y sí se apellida Landa.
—Como nuestro pepito—agregó Rosa.
—Pero la verdad, qué bueno que se lo madrearon, para que así se les espante a
—Sí. Hay que ponerle un monumento al Landa ese—comenté después de que Santiago terminara—ahora, imagínese que hubiera grabado la reverenda golpiza, el tipo ese, y que lo hubiera subido al You tube, puta, lo veríamos sentados mientras saboreamos un café a toda madre.
—Sí—respondió Santiago mientras todos reíamos.
— ¿Qué les pasará a los putos, que o se muren o los madrean—dijo Omar— ahí está Francis…
—Gerardo Alfaro—agregó Lizbet, que no había hablado.
—Pero pasa algo raro en el país, y no dudo que en el resto de América latina—alcanzo a interrumpir—pero he llegado a escuchar en el mercado, cuando hablan de la muerte de Francis, que dicen”Puta, qué bueno que se murió es puto, uno menos”
—Qué cosas dices, pinche wilberth—me comentan con cierto asombro pero en son de broma.
—Pero yo no lo digo, es lo que dicen los pinches machistas de aquí.
—Pero, volviendo al tema de Fabiruchis, ellos mismo buscan su jodida—irrumpe Santiago—sí saben que todo lo que hagan lo va a saber todo el mundo, ¿por qué lo hacen?¿por qué se meten con los matones?
—Claro—asiento yo, y los demás—si tanto les pica la cola, por qué chingaos no lo hacen con disimulo.
—O por lo menos—dijo Omar—por qué le quedan debiendo a ese tipo de personas.
—Pues sí, además si van a pagar un dineral, porque nadie se va chingar a un puto tan horrible como el fabiruchis si no es por una buena lana, que por lo menos tengan el dinero ¿no?—Santiago.
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