jueves, 13 de agosto de 2009

Más sobre Radiohead (Harry Patch (in memory of)

Debido a la muerte del último sobreviviente británico de la primera guerra mundial, Harry Patch, el sábado 25 de julio de este año, Radiohead lanzó una canción en memoria de este soldado. La canción está más enfocado a la irracionalización de la guerra y los mismo errores que se siguen cometiendo, tomando fragmentos de declaraciones de Patch. Thom York dijo “Escuché hace unos pocos años, una emocionante entrevista de él para el programa de Radio Today. La manera en que él habló de la guerra tuvo un efecto profundo en mí. Eso trajo la inspiración para una canción que nos puso a grabar apocas semanas antes de su muerte… Las cuerdas fueron arregladas por Jonny- Espero mucho que la canción haga justicia a su memoria como el último sobreviviente. Podría ser muy fácil para nuestra generación, olvidar el verdadero horror de la guerra… como Harry mismo dijo: Independientemente de los uniformes, todos fuimos víctimas.”

La canción es hermosa, verdaderamente hermosa. Las letras son sublimes y el arreglo es perfecto, cosa que demuestra que Jonny es un genio, mismo resultado que había probado para la banda sonora de There will be blood.

"i am the only one that got through
the others died where ever they fell
it was an ambush
they came up from all sides
give your leaders each a gun and then let them fight it out themselves
i've seen devils coming up from the ground
i've seen hell upon this earth
the next will be chemical but they will never learn"



http://www.youtube.com/watch?v=88VPZ74zk6w

3 comentarios:

Eduardo Huchin dijo...

Acá un artículo de Jorge F. Hernández donde explica quién es Harru Patch:

"Sin novedad en el frente"

Agosto era mes que parecía llorar; ahora, más parece que se contiene: transpira y solloza, pero no logra llorarse. Hablo de la sequía de los campos y en las presas de México, sabiendo que se fraguan huracanes en altamar, enterado de que hay ríos que se desbordan en otros continentes e, incluso, convencido de que la lluvia es esa cosa que siempre acontece en el pasado. Hablo también de los triunfos hipotéticos, las alegrías efímeras y tantas pequeñas cosas que nos impiden llorar precisamente porque nos dibujan una sonrisa. Agosto ya no llora, quizá, porque ha logrado cruzar la calle de la resignación y transitar hacia ese otro lado, el más allá de los silencios compartidos y la callada felicidad.
El 8 de agosto de 1969 cuatro profetas cruzaron en fila Abbey Road en Londres. Cuarenta años después, dos de ellos llevan ya varios años deambulados por la acera de enfrente. En esa otra vida que es la infancia nos indujeron a interpretar la fotografía como si fuera un salmo responsorial: el paso de cebra eran los raíles del destino, los árboles que enmarcaban el asfalto eran aviso del paraíso, el volkswagen blanco (ladeado sobre la acera izquierda) era metáfora de la libertad… y el milagro del instante. Por pura agua del azar, sin fundamento racional, a los niños de entonces nos hacían creer misterios inexplicables con mayor facilidad y magia que hoy en día, cuando peinamos canas cuatro décadas después. En ese entonces, y hoy también, hay un significado indescifrable en el instante: John, Ringo y George llevan el paso con la pierna izquierda, mientras que Paul no sólo adelanta la derecha, sino además va fumando y descalzo; John viste de blanco, pues es el sumo sacerdote del instante ( y el primero de los cuatro que alcanzará a cruzar al otro lado), Ringo va de traje negro y corbata, como abogado del diablo, fiscal con patillas de jurista que habrá de dar fe del "occiso" Paul que ya va muerto o al filo del patíbulo, con el último cigarrillo encendido, descalzo y sin corbata, ya sin las barbas de oso con las que había cantado desde una azotea meses antes; y al final, va George, de pantalón y camisa de mezclilla, como enterrador sin pala aunque resignado a enterrar con su mirada penetrante toda una década de utopías psicodélicas que había nacido en blanco y negro… en otro mundo.

Eduardo Huchin dijo...

(continúa)

El 22 de septiembre de 1917, Harry Patch se hallaba junto con sus mejores amigos en una trinchera de los campos de Bélgica. Lejos de sus callados miedos, allende los nervios y la temblorina, se escenificaba una de las ofensivas más sangrientas de la llamada Primera Guerra Mundial. Era la tercera batalla de Ypres, ya conocida como la masacre de Passchendaele y Harry Patch vivió en segundos la pesadilla feroz de obus alemán, cuya metralla le partió la ingle, al tiempo que descuartizó ante sus ojos a tres de sus mejores amigos del Universo. Sin cruce de cebra, en blanco y negro, tres de los cuatro de tiñeron de sangre al instante. El mismo instante en que a Harry Patch le tocó signar su destino: habría de convertirse en el último soldado inglés sobreviviente de la llamada Gran Guerra para morir esta semana a los 111 años de edad y recuerdos.
Henry Jonn Patch nació en Combe Down, cerca de Bath, el 17 de junio de 1898. Abandonó la escuela a los quince años y decidió ser aprendiz de plomero, hasta los 18 años en que fue reclutado con el Regimiento de Infantería Ligera del Duque de Cornwall. Fue adiestrado como tirador de ametralladora y en mayo de 1917 fue embarcado desde Folkestone para Reims, a las trincheras con sus tres mejores amigos del mundo, juntos hacia el horror que vivieron miles de voluntades entrampadas en la inmensa necedad de una de las guerras más crueles y sanguinarias. Sin novedad en el frente occidental: dicen que fueron setenta mil soldados ingleses los que cayeron en la batalla de Passchendaele y cantarían los profetas que "ahora ya sabemos cuántos agujeros se necesitan para llenar el Albert Hall". Harry Patch estuvo convaleciente durante doce meses en la isla de Wight. Allí se enteró del Armisticio, supuesto final para su pesadilla de lodo, silencios y luto, eso que para la siguiente guerra habría de convertirse en palabras de Churchill en sangre, sudor y lágrimas.
Harry Patch se casó a los 19 años, aún no del todo recuperado de sus heridas, con Ada Billington. Tuvieron dos hijos, a los que sobrevivió también Harry, tanto como a su esposa y a su segunda esposa Jean, e incluso a una tercera, llamada Doris con quien compartió el asilo de ancianos que sólo abandonó en 2007 para volver a Passchendaele y dejar dos ofrendas florales en medio de su silencio de siglos: un ramo cerca de la trinchera donde quedaron partidos en pedazos sus tres amigos y otro puñado de flores en el cementerio de los jóvenes soldados alemanes –antes llamados el enemigo—que también sufrieron la misma asquerosa pesadilla irracional. Ha muerto entonces el último Tommy, homónimo de ésa ópera rock que inmortaliza a un grupo llamado Quién como metáfora literal de todos los profetas que le siguieron la sombra a los cuatro fantasmas de Liverpool que cruzaron Abbey Road en agosto de hace cuatro décadas, para dos semanas después tomarse la última fotografía juntos. ¿Quién si no ellos siguen tocando en la azotea de la memoria más entrañable? ¿Quién de los cuatro sigue con vida, si según la fotografía era el entierro del descalzo que hoy mismo ha sido visto sonriente ante una partitura inconclusa?

Eduardo Huchin dijo...

/Y concluye)

Tengo un amigo sabio que vive y escribe todos los amaneceres posibles en Londres. Por las tardes, sale a pasear sus silencios y los párrafos de mañana por las concertadas y civilizadas calles de una ciudad que siempre parece perfecta. De tarde en tarde, su paseo lo lleva por los senderos enrejados de un cementerio poblado con tumbas de Tommy, todos el mismo, todos anónimos, todos muertos en la Primera Guerra Mundial. Ni uno solo mayor de treinta años. Todos confirman el sinsentido y el dolor. La vida sigue sus pasos, la muerte es la misma de siempre.
Hace unas semanas el grupo de rock Radiohead grabó en los estudios de Abbey Road una canción de homenaje para Harry Patch…En la novela que se ha traducido como Sin novedad en el frente, el autor alemán Erich Maria Remarque, veterano de esa llamada Primera Guerra Mundial, describe la muerte del protagonista, Paul Bäumer, luego de pintar un mural de camaraderías al filo del abismo, las ilusiones y dolores de tantos jóvenes, en ambos bandos de la guerra, de un lado y otro de las trincheras. Bäumer recibe un balazo en el cráneo, en medio de la bruma y el silencio. El parte de guerra dirá: Sin novedad en el frente Occidental; alguien cruza la calle de Abbey Road hoy, cuarenta años después. Va solo, sin amigos y agosto parece llorar. Sin novedad en el frente. Let it be.