miércoles, 16 de septiembre de 2009

Pollo Agridulce (Deliciosa te voy a lamer)


Para Nallely.


Las lámparas del lugar son muy bonitas. Llego sólo al restaurante porque mi compañera me dejó plantado y no voy a hacer el ridículo de quitarme después de que todo el mundo me vio parado esperando. Dirían “pobre perdedor, lo dejaron ¿qué creía?” Pues me quedo, tomo mi lugar y voy a comer, porque lo puedo hacer, no importa que me vean solo. Además, no estaré sin compañía por mucho tiempo, sólo tengo que mirar y atacar. Aquí hay muchas presas lindas. Nadie se me escapa. Mi madre me vestía siempre como un dandy, de caché, me decía que debía estar guapo para las niñas. Todo recae en la actitud. Eso nadie lo sabe. Está en la actitud y en la caricia espiritual. Todo se abre según las palabras adecuadas. Como Ali babá. Nadie lo sabe.


¡Ah! Ahí hay una linda criaturita. Dios me la mandó, está solita. ¡Ayy papá, ya chingué! Qué oportunidad. Gracias Dios, tú no cierras la puerta sin dejar una ventana abierta, y qué ventanota. Está mirando la carta. No me ha visto, ella se lo pierde. Y mejor así, no sabrá qué la picó. Llegaré y la envolveré con mi magia. Caerá rendida a mis pies. Esta noche será mía.


Antes de dirigirse a ella, Wilberth tuvo qué decirle al mesero con un gesto que esperara un momento cuando le daba la carta. Se peinó mientras se veía reflejado en una cuchara. Se olió la camisa para saber si la fragancia aún estaba ahí. Se paró sin quitarle la vista de encima y se deslizó hacia ella en silencio.


—Buenas noches. ¿Por qué tan solita?—dijo con una sonrisa.


La mujer dejó de ver la carta y lo vio a él. Le pareció una impertinencia la forma en que llegó ese extraño a querer abordarla. Su ceño era serio y contrastaba con la sonrisa estúpida de Wilberth. ¿Qué le pasa a este tipo? Era lo que se leía en su rostro. Wilberth supo que no fueron las palabras correctas e intentó otra entrada.


—Disculpe la imprudencia, lo que pasa es que la vi solita y me pareció noble ofrecerle mi compañía, si es que así lo desea. Digo, sólo para poder comer con alguien. Yo también estoy solo, me dejó una amiga por una emergencia ¿a usted también la dejaron plantada?


—No. Yo como sola.


Esa lápida era pesada. Qué podría hacer. Wilberth no sabía dónde esconderse. Toda la oración era ambigua. ¿El “no” era para que no se sentara? O sólo fue la explicación a su pregunta. Se quedó parado unos segundos en silencio, exactamente donde nada podía decir. Estaba como enfrente de una cobra, paralizado. ¿Dónde quedó aquel cazador?


Soy un cazador. Soy un casanova. Las he tenido más difíciles, papá. Cree que me puede batear fácilmente. Pobre chiquita. Te llevo años. Te llevo sabiduría. ¿Se dirá así, “te llevo sabiduría”?


—¿Y por qué sola? ¿no sabes que la digestión es mejor cuando se habla? Y para no parecer un loco, es preferible hablar con alguien. ¿Puedo?— agarró una silla y se sentó.


Ella miró con asombro la silla que él agarraba y cómo se sentaba con displicencia. “Qué le pasa. Qué imprudente” pensó. Sus ojos sólo hablaron.


—Juro que no seré imprudente. Si te parezco inoportuno e insoportable, me voy ¿te parece?


Es hora de embelezarla con mi verborrea. Es evidente que puedo mantener a alguien atento a lo que digo, pues sí que he leído y tengo cantidad de temas. Por eso me suscribí a Selecciones.


—Qué calor. Está cañón el calentamiento global ¿no? En unos años tendremos el malecón hasta la fuente del parque ¿no?


—Yo no creo en el calentamiento global.


Un silencio se acentuó. Wilberth la veía sin poder decir nada mientras se medio balanceaba por los nervios.


—Este… sí, es verdad, fíjate, yo no creo mucho eso. Es un invento de los medios de comunicación…


—De los políticos.


—…que manejan los medios de comunicación, por su puesto. Qué inteligente que sos.


—¿Por qué hablas como argentino, no eres mexicano?


¡Ah!, con que le interesan los argentinos.


—¿Por qué? ¿te gusta Argentina? Soy medio argentino, mi madre es de Bahía Blanca, y mi padre…


—No, son unos pesados.


—…ah… mi padre es mexicano, y mi madre pues se pasó toda su vida en Chihuahua, y yo pues tuve mi infancia en Almagro. Una infancia muy traumática. A veces se me escapan palabritas por lo traumático. ¿Y tú, de dónde eres? Pues veo que eres blanquita, una piel muy bonita.


—Soy de aquí de Campeche. Que, ¿crees que los campechanos somos unos negros?


—No, no, no, no, pues es que… tienes una piel bonita y pues… yo también. Yo también soy campechano y soy algo blanco.


Qué calvario. Nunca pensó que una mujer fuera tan difícil. Tuvo que hacer un esfuerzo mayúsculo para despertarse y estar vivaracho. La vio bien mientras ella veía la carta.


Es difícil la chicuela. Pero qué lindas manos tiene. Esas uñas pintadas de negro sí que me llaman, ¡Me llaman a chuparlas! Y esos brazos, parece una escultura que brilla. A ver, voy a tirar la carta para ver sus piernas.


—¡Ah!, que tarado. Yo recojo.


¡No pos siempre sí me la chingo! Qué lindas piernas tiene. Ese vestido negro deja ver sus piernas y hacen un contraste muy chingón. No cabe duda que si narrara lo que estoy viendo me pagan en una peli porno. ¡Guau! Tienes unos lindos pies. Son unos de los pies más preciosos que he visto, y esas uñas bien pintaditas… me dan ganas de meterme sus dedos a la boca. Sus piernas están… ¡y sus nalgas! Supongo que han de estar blanquitas, y si así está la retaguardia, la entrada estará mejor. Mi mano quedaría marcada si le diera una…


—¿No me estarás viendo ahí abajo, verdad?


¡Ah cabrón! Si pendeja no es.


—Aquí está. Disculpa., vi un bichito y pues iba hacia ti, pero lo mat… digo, ya no hay problema.


Si le digo que lo maté y es protectora de animales me jode. Tengo que mover bien mis piezas. Sí, que se me pone difícil la niña, y con razón, está preciosa la condenada y lo sabe. Me vuelve loco. Sabe que me vuelve loco y tiene que guardar su tesorito. Pero se jodió, aquí está su Lorencillo para robárselo.


—Soy un descortés, mi nombre es Wilberth. Estoy a sus órdenes.


—Ajá.


¡Ah cabrona! Me deja en suspenso. Pero me voy a aventar. Cree que me tiene, pero no es así.


—Disculpe si soy inoportuno. ¿Podría decirme su nombre?


— Nallely.


—Mucho gusto.


Ya chingué. Está cayendo poco a poco. Cuando menos se lo espere, ¡baum! Estará en mis brazos, besuqueándose conmigo.


—Tú sólo quieres jugar conmigo, sólo quieres sexo.


—No, para nada. Cómo puedes pensar eso. Yo sólo quiero acompañarte a comer. Es todo.


—Ajá.


—Además, yo también, no quiero comer solo.


—¿Y quién ha dicho que no quiero comer sola?


—Vamos, no seas así, sólo comamos.


—Mira, Wil…no sé qué.


—Wilberth.


—Tú solo quieres divertirte conmigo y yo no soy una presa fácil. Seguro eres de los que creen que las mujeres son como trofeos, pero con esta zorrita te amuelas. Yo sólo juego con quien yo quiera jugar.


—Cómo crees que yo pudiera llamar a una mujer “zorrita”. Eso es machista. Para nada, yo soy feminista y…


—No me vengas con eso.


—¿Les tomo su pedido?—interrumpió el mesero.


Vaya si me salvó el mesero. Sólo porque habla bajito esta mujer si no, nos sacan por cacatuas. Qué difícil se pone. Eso me excita. Son da las que se quieren dar a desear con desprecio. Ha de ser una fiera en la cama. ¡Ya chingué! ¡Está viendo la carta y va a pedir!


—¿Todavía sigues aquí?


—Quiero una Ensalada César y un juguito de limón—mejor me hago pendejo y trato de ser simpático.


—A mí me traes un pollo en salsa agridulce, sin calabazas y dos tenedores, por favor. De tomar me gustaría una Sangría. Gracias.


Dijo “A mí”, es decir que me tiene en cuenta. Eso es lo que me gusta de cuando se entabla una relación, cuando una recién conocida me engloba en sus cosas. Soy un chingón, no cabe duda. Mamá, me hiciste con amor, es pendejada.


Y Wilberth volvió a verse el en el reflejo de una cuchara. Nallely lo vio y con cierta gracia le dijo:


—¿Qué, te manchaste?


—Sí.


—Tu hermosa cara—dijo Nallely, con cierto acento burlón.


—Sí, pero no es mía, es de todas las mujeres.


Y Nallely sonrió por primera vez.


Ahora sí, ya te llevó la chingada. Es mi entrada triunfal. Ha caído otra amazona más. Esa sonrisa es mi boleto para contigo mamacita.



Continuará...

3 comentarios:

Karate Pig dijo...

Está chido wil
solo espero que esta saga si la concluyas, no como pasó con "el extrano resplandor de la inocencia"



estuvo perrona la tactica insistente pero para la proxima aplica el viejo truco de "crees en el amor a primera vista? o vuelvo a pasar?"

wilberth herrera dijo...

Gracias Karate pig, claro, ya mero está concluído el cuento, sólo espero a darle unos toques y listo. El del Extraño resplandor..." es una noveleta que está en el tintero, lo dejé de hacer porque ya no les gustaba.

Jejej, sí faltó eso, ahora hay que ver en lo que me metí por creído. Linda la chica Nallely, linda linda.

Saludos

Anónimo dijo...

anacrónico el comentario wil pero fascianate tu primera parte nalle... espero la segunda parte, te leeré de nuevo, besos
Jan